'¿Quién es tu mejor amiga?' Esa es y será siempre mi pregunta más odiada. Es cierto que cuando chica la contesté varias veces sin pestañear, pero el tiempo me fue enseñando que es posible tener más de 1 BFF sin pecar de promiscuidad. Entonces ¿Por qué siempre aparece esa amiga que quiere ser la única y el centro de todo tu universo?
Tengo que reconocer que me gusta seguir la fórmula “un día para ti, dos para mí” los que me paso leyendo, viendo televisión, tejiendo o saliendo a caminar. Sí, tengo poca paciencia y me aburro rápido, pero aprendí técnicas para no apestarme de la gente. Todo después de ella.
Para proteger su identidad, le llamaremos Pepita, la adorable gran amiga. Corrían nuestros 19 años y salíamos durante toda la semana. No sé de dónde sacaba plata, tiempo y panoramas, la cosa es que éramos imparables. ¡Bendita juventud! Dirán ustedes. Yo creo que sí, la cosa es que nada resulta eterno.
Y llegó un día en que todo cambió tras una llamada telefónica. El diálogo fue el siguiente:
- "Aló. ¡Amiga! ¿Vamos a ir? ¿Te paso a buscar a las 9?"
- "¿Sabes? Realmente no tengo muchas ganas de ir. Estoy un poco cansada. ¿Aló?, ¿Aló?"
Me cortó, el equivalente a un portazo en la cara o al 'leído hace una hora' de cualquier red social. La cosa es que cuando volvimos a vernos me vi deshecha en explicaciones respecto de lo cansada que estaba, lo mucho que había trabajado y lo mal que me sentía por no haber ido.
Posterior a este drama vinieron muchos más. Desde el ¿Y por qué no te vas a ir conmigo? Al momento de regresar a casa desde cualquier lado. ¿Y por qué te sentaste allá? Al momento de almorzar o comer en grupo, etc. Pero sin duda lo peor de todo fue siempre la autoinvitación, en que Pepita acomodaba sus horarios de para acompañarme a donde fuera, aunque yo jamás la invitara.
Y por si fuera poco, con el tiempo me di cuenta de lo mucho que me estaba privando de juntarme con otras amigas, de hacer nuevas cosas o de planificar mis días tranquilamente. Todo para no tener problemas ni dañar a mi amiga.
La cosa es que llegué a la conclusión de que todas podemos tener una amiga absorbente; lo importante es no dejarnos absorber. Darnos cuenta de que no tenemos por qué hacernos cargo de su falta de autoestima y ser completamente honestas al plantearle que las relaciones chicle no van contigo, ni con nadie.
Bueno, volviendo a mi historia, esa amistad no sobrevivió. Pepita se operó la muela del juicio y me mandó un mensaje que nunca leí. Nunca más me dirigió la palabra porque no fui a visitarla ya que era, según sus palabras “una pésima y egoísta amiga”. En fin ¡Larga vida a Pepita! Y a todas esas amigas que se nos han pegado en la vida como lapa. ¿Has tenido alguna tú?
Imagen CC: she's.poison