Cuando era niña y mis obligaciones aún eran las mínimas (así como también las preocupaciones) solía despertar muy temprano para contemplar el amanecer. En aquel tiempo estudiaba en jornada tarde, por lo que no había necesidad de madrugar. Sin embargo, lo hacía contenta, por el sólo placer de disfrutar esta maravilla.
Era un agasajo apreciar las tonalidades rosa y anaranjadas con que el día iniciaba. Me deslumbraba la forma en que se iluminaba el cielo, así como su paso hacia la luz desde la tenue oscuridad.
Hace unos años (varios) realicé un viaje mágico junto a mi pololo al sur. Fue una verdadera luna de miel. Y, en medio de los varios tours que hicimos por esos bellos parajes - lo cuales requerían que despertáramos muy temprano -, pudimos disfrutar juntos de muchos amaneceres. ¡En los diáfanos cielos sureños, éstos son lo más!
Aunque la ajetreada rutina me estaba haciendo obviar este bellísimo espectáculo, hoy me detuve contemplar uno de aquellos inspiradores amaneceres rosa, que superan la obra del mejor de los pintores. Y tras ver eso, mi disposición a que la jornada sea fantástica fue automática. ¿Habrá algo más reconfortante que la naturaleza?
Y tú, ¿también disfrutas de un bello amanecer?
Imagen CC Alfredo.Ruiz