Muchos dicen que con los años llega la añorada madurez, ese instante en el que sabemos que ya las niñerías quedaron atrás y nos sentimos cómodos con ese hecho. Aquel angustioso acontecimiento que radica en dejar ir la juventud y abrazar nuestra canosa sabiduría llega de la manera más natural, pero no al mismo tiempo para todos. En mi caso se ha demorado más de la cuenta y me siento como si mi madre hubiera parido a una güagüa hace poco y yo, como primogénita, hubiera involucionado.
Hay ciertos rasgos de mi personalidad en los que se nota la inmadurez. El más obvio e inmediato es mi gusto por esa pequeña gata japonesa creada por Sanrio, "Hello Kitty". Es por esta figura que me he sometido a la burla de amigos y compañeros de trabajo (el tazón de mi café nunca fue definitorio de mi edad mental. Hasta ahora…). Éstos me dicen, dulcemente, que ya no estoy en edad de perder la razón por un “mono”. Opino todo lo contrario, además, es mi vida ¿ya? No he matado a nadie, vivo mi tiempo de la manera más correcta posible y, como todos, tengo derecho a tener manías de niña chica.
Pero por cada amigo que me hace burla, tengo a mi madre que entiende y apaña mi vicio. Es con ella con quién visito feria libre existente. Allí es cuando me dice: “Mira, esa Kitty no está en tu colección” y me la compra. Así es como ésta se ha extendido, no sólo a figuras en miniatura, sino que también a sábanas, encendedores, tazas, polerones, chalecos, entre otras cosas.
Es que en realidad, mi amor por esta gata sólo es uno de los cuantos factores que me tienen en el mundo de “pokemón”, incluso, pienso que ellos evolucionan más que yo. Quizás todos sean artilugios mentales para detener, aunque sea artificialmente, ese incómodo tema de abandonar la edad en la que aún es bien mirado cometer errores y tomar malas decisiones. Es como si la juventud amparara el poco juicio y los porrazos que te dejan las rodillas más que peladas.
Al final - y lo que me tiene más feliz - es que la mayoría de mis amigos tienen fetiches infantiles que los hacen ser inmaduros. En algunos casos es algo más material, en otros hablamos de actitudes y es que todos tenemos rasgos en nuestra personalidad que se asocian a ser “cabros chicos”. Ejemplos hay muchos y la frase: “No te puedes enojar por una “pendejada así" es la muestra más recurrente. Lo peor es cuando te sorprendes diciéndote esto a ti mismo….allí es cuando te preparas para el Armageddon mental que es ser adulto
Ese mismo apocalipsis hizo mella en mi vida hace unos meses, cuando leí que Sanrio declaró que mi adorada Kitty nunca ha sido una gata. Sí, señoritas, destrozaron mi vida inmadura. Se supone que todo este tiempo -bastante largo, por lo demás- Kitty ha sido una niña británica con bigotes, llamada Kelly White. Este fue un “fatality” a mi Peter Pan interno, un “Ice bucket challenge” a mi sabiduría infantil….¡me retiro indignada!
Imagen CC johanneteh_32