Nunca he sido una aficionada a los chat de páginas de internet; ni en la época del famoso "MSN" entraba a hablar con mis amistades. Quizás por "flojera" o porque me parecía de lo más impersonal. "Si quieren comunicarse conmigo, simplemente llamen a la casa o al celular", era mi pensamiento.
A fines del 2012, fui llevada por una amiga al lado oscuro del ciberespacio. Digo "oscuro" porque se trataba de la plataforma comunicacional donde más expones tu vida, un “me gusta” puede significar que quieren contigo y destruir más de una relación por falta de confianza –le ha pasado a muchos de mis conocidos-. Sí, por primera vez en mi vida, me creé un facebook.
Mi principal prejuicio era que la mayoría de los tipos que están ahí te agregan con sólo una oscura intención: cibersexo. El hecho de intercambiar fotos o iniciar una videollamada para darle un poco de placer a su solitario e inactivo amigo entre las piernas, no me llamaba para nada la atención.
Acepté a un par de sujetos, y a medida que me saludaban, más me arrepentía de haber dado inicio a mi vida en Facebook. Es que sinceramente, sus “Ola beia”, me mataban. Y me resultó aburrido, porque te "vendían la pomá'"; o sea, decían ser tipos con plata, con casa o departamento propio, cuando de seguro seguían viviendo a costa de sus mamitas y con suerte tenían para el pasaje en micro. ¡Puros cuentos!.
Una noche me conecté y vi que tenía la solicitud de un tal Antonio. Se veía "piola" en la foto de perfil, nada exagerado, así es que acepté. Al tiro me habló, pero no fue nada insistente. Los primeros días fueron conversaciones bastante banales sobre nuestras rutinarias vidas, o eso parecía, hasta que comenzamos a entrar en detalle de acontecimientos diarios e incluso, traumas del pasado.
El Toño resultó ser muy simpático: recién al mes tuvimos nuestra primera videollamada, porque resulta que él era de otra región (para mi desgracia) . Recuerdo que tenía una voz atrayente y unos ojos que - aún bajo los pixeles de la cámara web - te lograban hipnotizar. ¡Y eso que no era de esos minos con ojos de color!: eran cafés, igual que los míos.
A eso de las dos de la mañana, él me dijo que tenía algo especial para mí. Fue por la guitarra y comenzó a tocar mientras cantaba una de Los Tres. Literalmente, me derretí.
Un fin de semana largo viajó a verme: era nuestro primer encuentro. Nos juntamos en la playa, porque a él le fascinaba. Yo estaba nerviosa, a más no poder, porque claramente estaba atraída por alguien que sólo conocía a través de una pantalla.
Apenas nos vimos fluyó todo, como si ese encuentro fuera uno más en nuestras vidas. Antonio me mantuvo entretenida todo el día e incluso invitó a comer a un local frente al mar. Empezamos a vernos seguido, él venía frecuentemente, hasta que me pidió pololeo y yo obviamente acepté, puesto que eso de la distancia no nos jugaba en contra para nada.
Ahora, varias de mis amigas me preguntan si no me da celos que otras minas lo agreguen a Facebook y le hablen, ya que esa fue la forma en que nos conocimos. Pero sinceramente no me produce nada, porque me demuestra constantemente que sólo le intereso yo, e incluso ¡el otro mes se viene a vivir conmigo!.
Imagen CC Steven Orr