La maternidad siempre fue tema para mí. Desde el colegio nos inculcaban que el embarazo adolescente era lo peor que le podía pasar a una mujer. Aún recuerdo las palabras de nuestra directora, donde nos recriminaba la vergüenza que sentía al ser la cabeza de "la maternidad de Puente Alto". No sé si fueron las palabras correctas, pero lo que no distaba de la realidad era la gran cantidad de compañeras embarazadas que tenía.
Ya en la universidad era algo impensable tener un hijo. Si bien es cierto era la felicidad absoluta cuando una de mis amigas iba a ser madre, el sólo hecho de pensar que me pudiera pasar me ponía los pelos de punta. Mi rigurosidad con respecto al tema me llevo a tomar pastillas aún antes de iniciar mi vida sexual.
Cuando estaba en cuarto año de mi carrera, conocí a quien es actualmente mi esposo. Ya en esa época tenía absolutamente resuelto no tener hijos, ya que no sabía si sería capaz de cargar con tal responsabilidad y peor aún, temía morir en el parto. Al parecer, con el pasar del tiempo, el temor al embarazo fue algo que quedó inserto en mí. Mi decisión fue apoyada absolutamente por mi esposo y decidí volcar todo el amor de madre en su hijo, que en ese tiempo tenía 5 años.
Pasaron 6 años maravillosos: me desarrollé en lo profesional y logré cumplir lo que hasta ese momento me había propuesto, tanto en términos profesionales como personales. Ya tenía 26.
Un día comencé a tener muchos dolores en una pierna por lo cual decidí hacerme un chequeo. No obstante, salí de la consulta con un diagnóstico de nódulos tiroideos. Entré a pabellón el 4 de Mayo de 2007. Me dieron de alta con una indicación tajante. “Prohibido embarazarse”. Para mí ese no era tema, ya que con respecto eso, siempre tuve todo fríamente calculado. Volví a mi trabajo e inicié un nuevo proyecto, cuando comencé a sentirme mal. Nauseas, vómitos, mareos. El 7 de Julio de 2007 me hacía una ecografía donde confirmaban mis 7 semanas de embarazo.
Nunca antes había sentido tanto miedo. Lo primero que pensé fue que iba a morir en el parto. Me sorprendió la facilidad con que quedé embarazada, pero bueno pasó el tiempo y nació Lucas. Su llegada ha sido motivo de bromas hasta el día de hoy. No obstante, no hizo cambiar mi visión con respecto a la maternidad. Definitivamente no tendré más hijos.
Cuatro años después, estaba en la semana de descanso de mis anticonceptivos. Para mi mala suerte, me demoré en encontrar un repuesto, ya que en todas las farmacias me decía que estaban descontinuados. No podía tener tan mala suerte. Nuevamente el 7 de Julio, pero de 2011 me enteraba que tenía 6 semanas de embarazo. No lo podía creer: mi decisión de no tener más hijos se había esfumado en un dos por tres.
Desde ese momento, comencé a averiguar las posibilidades de esterilización en nuestro país. Lo primero que me dijeron es que a mi edad era imposible. Que ningún médico lo iba a querer hacer, menos si yo sólo tenía dos hijos.
Mi frustración era enorme. Ya tenía 8 semanas de embarazo y pesaba 117 kilos. Ningún zapato me quedaba bueno y pasar los últimos meses en verano era algo que no pensaba repetir.
No obstante conversé con mi ginecólogo de toda la vida y me dijo que actualmente la legislación permite que la mujeres tomen la opción de esterilizarse. Es más, tu puedes cumplir 18 años, hacer un poder notarial donde autorizas la cirugía y listo. En primera instancia, mi doctor me pidió el poder notarial para darle seriedad al proceso.
Cuando tuve a mi segundo, la cirugía posterior no duró más de media hora. Afortunadamente no tuve ninguna complicación y ya van casi 3 años de que me la realicé. No he tenido problemas y realmente siento libertad plena sobre mi cuerpo, ya que no dependo de tomar una pastilla todas las noches para dormir tranquila. Es más, la sensación de seguridad es aún mayor.
La gente se sorprende cuando me preguntan si voy a tener más hijos y yo les respondo que no, porque me esterilicé. En más de una oportunidad me han dicho "¡pero cómo!, es la peor decisión; tú eres joven, si algún día tienes otra pareja y quieres tener hijos con ella no vas a poder". No niego que a veces me gustaría tener los hijos del mundo, no obstante, trato de no se egoísta y dejar en segundo plano mis ganas de tener más niños para dar paso a una alternativa que me genera la misma felicidad, como es la adopción.
Imagen CC Nemo