No fue fácil conquistar a esa chica joven, inteligente y guapa, pero valió la pena. Todo comenzó en un carrete realizado en el departamento de mi amiga Camila en Concepción. Cuando llegué, desde el fondo del lugar, escuché la voz más sexy del mundo. Miré para ver de dónde venía, cuando vi a una chica desconocida que le preguntó a Cami: "- Oye ¿y cuando llegan los demás? Ya como que me estoy aburriendo". Mi amiga me la presentó y la saludé por cortesía, a lo que ella respondió con un esquivo beso en la mejilla. Su nombre era Mía. Como se trataba una chica atractiva, quise dármelas de galán y le dije una broma. "–Oye, ¿estás enferma o algo? Tienes la voz medio ronca. Tal vez deberías ir al doctor". Fue mala idea, porque se enojó: "-No estoy enferma. ¡Así es mi voz!".
Ante su molestia, mejor me hice el loco y fui a dejar la promo que compré en la cocina Al rato, llegó la Cami, quién me explicó que Mía no era mala onda, sino que tenía el carácter fuerte. Igual me advirtió que por dármelas de gracioso me molestaría toda la noche. Y así fue. Lo pude comprobar cuando pregunté su edad. "- Igual tienes cara de cabra chica", acoté. Recuerdo que hizo una mueca como riéndose y luego me quedó mirando: "-Tengo 20. ¿Y porque esa pregunta, caballero?" Con esa respuesta me mató. "-Oye niña, solo tengo 28 años ¿Me estás diciendo viejo?..."
-"No te digo viejo, pero yo tengo 20, así que igual eres un poco mayor. En cambio yo aún estoy joven y hermosa".
La forma en que me molestó esa noche, sólo hizo que me interesara aún más en ella. Al otro día, la Cami me dijo por Facebook que le caí bien a Mía.
Pasó el tiempo y a pesar de nuestras diferencias de edad y carácter, nos hicimos amigos. Un día salimos junto a un grupo y la vi llegar con los ojos llorosos. Supe que terminó con su pololo de esa época. Como la vi desanimada, quise alegrarla y le regalé una tarjeta coleccionable de la película Cars. Fue una tontera, pero le gustó. Sonrío y me dio un tierno beso en la mejilla. Desde ese día me agarró cariño, tanto así, que un día me invitó a tomar unas ricas cervezas, aunque mejores fueron los besos que nos dimos. Me dijo que era primera vez que besaba a alguien "tan mayor", pero que igual le gustaba, porque la hacía sentir protegida y contenida. Después me abrazó fuerte.
Una noche clave para los dos, fue cuando salimos a tomar algo al Barrio Estación. Esa vez se puso a llover y para no mojarnos, nos tomamos de la mano y corrimos hasta la Plaza de Armas. En eso, Mía me pidió que la llevara en la espalda para que llegar más rápido a tomar el bus. Le dije que sí, pero al final terminamos jugando bajo el agua. En eso, ella me mordió la oreja. "-Que eres cabra chica, Mía", le dije. Ella me quedó mirando y riéndose me dijo "-Cállate pavo...¿Sabes?, me gustas aunque seas mayor, porque a pesar de eso me tratas bien y me entiendes. Nunca me había sentido así de querida". Luego me tomó la cara y nos besamos apasionadamente. No teníamos paraguas, pero no nos importó. Al siguiente mes, decidimos empezar nuestra relación formalmente. Mía me dijo que aceptar pololear de nuevo fue una decisión difícil, pero sintió que era lo mejor. Se dio cuenta que ni el dinero, ni la edad, son tan importantes para encontrar a la otra mitad y ser felices.
Como toda pareja, a veces discutimos, pero es por cosas banales, porque en realidad ambos nos apoyamos en todo. Además, tenemos buena comunicación y nos complementamos bien. Creo que en ese sentido, la edad siempre fue el menor de los problemas.