Si hay algo que detesto es la manía de colocar apellidos a palabras que de por sí ya son lo suficientemente grandes. Ejemplo de ello son las “madres solteras”: para mí, no debieran existir madres casadas, viudas, solteras, separadas, juntadas o rejuntadas, sino simplemente “madres”.
Es usual que el marketing eche mano de la antipática frase “madre soltera” para referirse a quienes decidieron criar a sus hijos solas como si sufrieran una discapacidad. Un instituto profesional señala que “puedes estudiar y salir adelante” teniendo esta condición, refiriéndose al bebé como “un diploma” que obtuviste previamente. Un detestable troyano sobre encuestas titula que una “madre soltera” se hizo millonaria respondiéndolas. Y recuerdo una canción en los ochenta que rezaba “No me importa lo que hiciste en el pasado / que nos amamos es lo único que cuenta / después de todo quién no se ha equivocado / y hay cosas peores que ser madre soltera”. ¡Pff!
Señores, entiendan lo siguiente: “apechugar” con tener un hij@ y ser para él o ella un pilar, una maestra, consejera y guía espiritual, nutricionista, actriz, comediante y administradora, además de abrirse paso en el mundo laboral y ser sostén de la “familia” (todo, sin el apoyo de una pareja, sea porque no se casaron o porque una vez casados ésta prefirió irse con otra) es digno de aplausos y muestra de fortaleza. ¡Ya quisiera ver si ustedes podrían! Está lejos de ser una limitación; limitado es el engendro aquel que huyó de sus responsabilidades. Un hijo tampoco es un obstáculo; es la fuerza que insta a nuestro género a sacar a las leonas que llevamos dentro, una inspiración, la mayor alegría y el amor de nuestra vida. Claro está que si somos capaces de todo lo listado, podemos sacar una carrera, mejorar nuestra situación económica y ¡mucho más!
Con respecto a la cancioncilla aquella, es un homenaje bastante cuestionable: un hijo no es una equivocación, es una decisión. Una madre, cualquiera que sean sus circunstancias, no es "algo malo", sino un ejemplo de valentía y ñeque. Si hay “cosas peores” y erradas, éstas son ser un cobarde que no se hace cargo.
Por eso, dejemos de emplear la arcaica frase “madre soltera”, para referirnos a la palabra más grande del mundo; aquella que no necesita apellidos: madre. El ángel de los niños y el puntal de la familia, independiente de si no se casó y los crío sola, si se casó y se separó, si convive, si se emparejó con un maltratador, un alcohólico o un irresponsable o simplemente se inseminó. Serlo no es un estado civil, sino ser madre y nada más; uno de los roles más bellos y valiosos de ser mujeres.
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