En circunstancias en que me cuestiono la existencia de un “Más Allá” (siempre he creído que sí, lo hay, pero ¡me aterra pensar que no y sólo “nos apagamos” al morir!), aparecen hermosas noticias que me llenan de esperanza, reafirmando mi creencia original. Imagino que todas oyeron hablar de Lily Groesbeck, aquella bebé de 18 meses que impactó al mundo, tras sobrevivir por 14 horas en un auto semi-sumergido en gélidas aguas. Pues bien, tal antecedente ya era suficiente para que el caso se considerara un milagro, pero los pormenores del rescate resultaron ser aún más fascinantes.
Contextualicemos. Quienes no estén informadas del hecho, se preguntarán cómo llegó Lily a estar en un vehículo rozando el río congelado. Les cuento: esta pequeña viajaba junto a su madre, Lynn Groesbeck, de 25 años, quien guiaba su automóvil por la autopista aledaña al río Spanish Fork (Utah) . La joven perdió el control del volante y se volcó, precipitándose a las gélidas aguas fluviales. Su pequeña hija quedó con la cabeza a escasos centímetros de la corriente.
Una vez que el vehículo fue localizado, los rescatistas refieren haber divisado a la mujer en el asiento de enfrente, gritando desesperada: “Ayúdenme, estamos aquí adentro”. Uno de ellos, para tranquilizarla, incluso señaló “aguante, estamos haciendo todo lo posible”. Cuando al fin consiguieron poner el vehículo de costado y abrirlo, se percataron de que la conductora llevaba horas muerta. No obstante, pudieron levantar a la niña, que se encontraba con vida. Todos coinciden en el relato y en que oyeron la voz nítidamente.
¿Se te erizó la piel? Pues a mí también. La emoción me inundó al conocer esta noticia, ayudándome a entender que no todo acaba acá y que hay amores que trascienden a la muerte.
Y tú, ¿crees en el Más Allá?
Imagen CC Beth Rankin