Una vez, en medio de una conversación de carrete, un amigo me dijo: “todos alguna vez hemos sido patas negras”. Al terminar la noche, el grupo completo de asistentes reconoció haber sido - al menos una vez en su vida - “el otro” o “la otra”.
Así fue como me di cuenta de que lo que yo había hecho no era tan, tan malo, ya que por un corto periodo de tiempo fui “la otra”. Una situación de la que no me sentía orgullosa, pero tampoco arrepentida.
Mi historia es parecida a la de otras personas: comienza conmigo de regreso a la soltería, algo alocada, dispuesta a divertirme y poniendo el ojo en un hombre demasiado atractivo. Al día siguiente ya sabía su nombre y que estaba pololeando, pero que la relación iba mal. Con ese antecedente nos fuimos encontrando muy seguido en fiestas, carretes y salidas donde la buena onda fluyó al instante y terminé convirtiéndome en “la otra”, en medio de salidas ocultas, conversaciones sinceras y algo de alcohol.
Este amor prohibido alcanzó a durar un mes, pues me fui de vacaciones y luego me enteré de que él terminó con su polola, ya que la cosa no daba más.
Actualmente ambos nos llevamos muy bien y seguimos cultivando una relación muy amistosa, pues ambos tuvimos claro desde el principio que era algo pasajero.
Y ustedes ¿han sido alguna vez “la otra”?
Imagen CC José Francisco Canto Alvillar