Nuestras progenitoras son un regalo de la vida, de la naturaleza y también amor que se va traspasa por generaciones. Sin embargo, hay veces en que pueden transformarse en una pesadilla. ¿Cómo? Pues al adoptar conductas nada gratas, como ser mandonas, un poco metidas, celosas y gruñonas. Pero aunque la relación madre - hija pase por altos y bajos, al final del día agradecemos tener a esa "loca linda" cerca de nosotras, así como el hecho de que guiara nuestros pasos mientras éramos pequeñas. Es muy cierto ese dicho que asegura que a algunas personas no se les debe tratar de entender, sino quererlas tal cual, con sus bondades y defectos. Asumiendo esta verdad, en esta nota encontrarás algunos tipos de mamitas que mejor nos dedicamos solamente a querer:
1. La del tipo "me carga el pololo que tienes ahora" (o en realidad, cualquiera que tenga la osadía de quitarme tiempo junto a mi hija)
Es más que sabido que las mamás son celosas, en mayor o menor grado, y que cuando estamos en pareja siempre le encuentran un "pero" a la persona con la cual elegimos compartir una etapa de la vida. Después de que pasaste un tiempo sola y por fin vuelve a tocar el amor a tu puerta, tu madre insiste en que tu pololo anterior era mejor, que era perfecto y que deberías volver con él, porque de ahora deja mucho que desear. Te tomarías sus palabras en serio si no fuera por un pequeño "gran" detalle: cuando tu ex era el actual, ella también lo detestaba.
2. También está esa que siempre dice "yo lo he dado todo por mi familia, pero ustedes no agradecen nada"
La maternidad implica mucho sentimiento de por medio y a veces las madres se van un poco "en la volada", en lo que respecta a este punto. Hay algunas que pasan por etapas en las que ven todo negativo y solamente se fijan en lo que ellas hacen por el resto, pero no se percatan de todo lo que sus seres queridos hacen día a día para demostrarle amor. Ella exige muchos sacrificios, pero no cae en la cuenta de que a veces pide demasiado y solamente exige, exige y más exige.
3. Aquella que justo el fin de semana lanza frases como "me tienen tan abandonada"
Es parte de la vida el que cuando los hijos crecen, pasan menos tiempo en el hogar o arman el propio. Cuando se trata de la independencia de los hijos, las mamás se ponen muy tristes y nunca terminan de asumir que sus retoños ya están más que preparados para hacer su vida. Por lo anterior, si dejaste de vivir con tus papás - y aunque vayas a verlos todos los fines de semana -, para ella será como si la hubieras abandonado por años. Esto, además de sacarte en cara que pronto será vieja, que la muerte ya no es tan lejana y todas esas frases de mamá que siempre logran su objetivo: dejarnos con la idea rebotando en la cabeza.
4. O esa que se sabe menos madura que tú y se aprovecha de la situación
Hay mamás que al parecer salieron verdes del arbolito y cuando eres adulta, notas que "el cable a tierra" terminas siendo tú. Como las mamás no tienen un pelo de tontas, si ella nota que tú eres el adulto responsable, se aprovechará de ello siendo más irresponsable de lo normal. Esto, porque cachará que tú estarás ahí para tapar sus embarradas. Ejemplo de lo anterior, es el típico "Me gasté la plata de la cuenta del agua. ¿Me podrías prestar para pagarla?". Y tú terminas entregándole las lucas que necesita, aunque sabes que prestar significa regalar, según el diccionario que ella usa. Y pobre de ti que le saques en cara la plata que no te ha devuelto.
5. La que quiere ser la mamá "amigui" y a veces se pone competitiva con la hija
También están esas mujeres que son espíritus jóvenes y nunca se acostumbran al hecho de que el tiempo avanza (con las consecuencias que esto tiene en nuestra fachada). En esa categoría se encuentran las madres que se juran igual de jóvenes que las hijas y arman una especie de competencia, para ver cuál es la mejor, la más divertida, la más linda, entre otras cosas. Es mucho más notorio en reuniones sociales, en donde ha empinado un poco el codo o deja de manifiesto su afán por destacar y ser el centro de atención. El problema acá es que una hija difícilmente querrá competir con su mami.
Sin lugar a dudas, aunque las madres a veces se convierten en un dolor de cabeza o enemigas momentáneas, lo cierto es que si no las tuviéramos no seríamos ni la mitad de felices que somos ahora. Dicen que con los años llega la madurez y puede que cuando seamos mayores, por fin logremos entender a estas viejitas locas. Pero por ahora, sólo nos queda amarlas infinitamente.
Imagen CC Ed Yourdon