A todas nos ha pasado alguna vez que, mientras caminamos distraídas por la calle, nos hemos topado con un conocido. Tal coincidencia puede ser desagradable - tratándose, por ejemplo, de tu rival de amores - o una bella sorpresa, si te topas con alguien a quien de verdad aprecias y no ves desde hace tiempo.
Un par de años atrás, mientras transitaba por el centro, me encontré con un profe por quien siento un profundo respeto, admiración y cariño. Aunque aquel día para mí no había sido de los mejores, verlo y recibir su afectuoso saludo me dio nueva energía, mejorando considerablemente mi ánimo. Una amiga, en tanto, me contó que se topó con un conocido con quien siempre tuvo onda, sorprendiéndose con lo guapo que él lucía hoy en día. Además, comprobó que la química entre ambos continuaba siendo la misma. Sí, hay coincidencias que a una le alegran el día, la semana y hasta la vida.
Pero otras veces andamos tan apuradas que - pese a estimar de sobremanera al ser que se cruza en nuestro camino y aún cuando no lo hayamos visto en meses -, debemos pasar sólo haciendo un rápido guiño. Una pena, ¡especialmente cuando hay tanto que contar!; pero nada que hacer, el tiempo apremia. Tampoco falta que, justamente cuando andamos de buzo, sin maquillaje, despeinadas, decaídas o enojadas, pareciera que todas las personas que conocimos en la vida se aparecieran mágica y paradojalmente en nuestra ruta, casi como un bullying del destino. Y bueno, tratamos de poner nuestra mejor sonrisa, aunque por dentro echemos periquitos y el pensamiento de “qué mal, me veo horrible. ¡Rayos!” nos impida escuchar lo que nos dice.
Ahora ustedes cuéntenme, ¿se han topado con conocidos? ¿Dicho encuentro fue estimulante o una mala broma del destino?
Imagen CC Drew Morris