A más de una nos ha ocurrido que un amigo ¡nos encante!, pero no tenemos idea si nosotras también a él.
Suele ocurrir que, al tratarse de tu “mejor amigo”, inmediatamente sientas conocerlo de otra vida, que están en la misma frecuencia y es tal su nivel de conexión que casi llega a la telepatía. Están juntos todo el día y cuando no se pueden ver, siempre hay una llamada o un mensaje. De más está decir que los dos están solteros.
Con él compartes cada cosa: desde tomar desayuno, ir a cuanta fiesta los inviten e incluso llamarlo cuando tienes pena, porque sabes que vendrá con pasteles para ti. Claramente no es “una amistad”. Es más, a todos les parece que son pololos, con la diferencia de que entre ambos no ha pasado absolutamente nada.
De a poco comienzas a ver señales que a ratos te confunden y te hacen creer que está completamente enamorado de ti. Y bueno, tú… ya estás entregada. No sabes qué hacer: por una parte mueres de ganas de tener algo con él, pero te da pánico malinterpretar las cosas, perdiendo esa amistad tan linda que tienen.
Muchas de tus yuntas te dirán que debes hablar con él; pero la verdad es que el tiempo comienza a pasar y jamás encuentras el momento adecuado. Y como ya ha pasado tanto tiempo, te ves envuelta en la temida Friendzone: eres más que una amiga, hacen todo como si fueran novios; sin embargo, jamás se han rozado el dedo meñique. Estar en esta situación no es fácil, porque tienes claro que te gusta, pero no entiendes por qué no da el primer paso. Darlo tú es un riesgo muy alto.
A veces, lo mejor es tener el valor y hablar: si tú le gustas, no seguirán perdiendo el tiempo y si no, después de unos meses volverá a ser ese amigo tan especial. Y mientras, tendrás las opción de conocer a otras personas y seguir con tu vida, sin esperar en vano lo que quizás nunca llegará.
Imagen CC Jaako