La “mediocridad” suele interpretarse de manera peyorativa. ¡Nadie desea ser calificada de esa forma! Si nos vamos a su sentido estricto, esta palabra significa “el promedio”: es decir, gente que no da lo mejor de sí en sus proyectos y - por lo mismo - no sobresale en ellos. Se queda estancada en su “zona de confort”. Si lo pensamos, no es algo despectivo, pero implica un “no avanzar” ciertamente indeseable.
Por lo mismo, ninguna persona admitirá vivir “en la mediocridad”; aún cuando existan varias que se encuentran muy a gusto en ella. Culpan a los demás de “su mala racha”, cuando en el fondo es un “estado” personal el que les impide despegar hacia sus metas. ¿Quieres saber si a ti te afecta sin que lo sepas? Entonces, atenta a las señales que nos entrega el Coach Óscar Cáceres (creador de Extraordinary People Model) para identificar a una persona mediocre:
1. Viven en un mundo de negativismo autodestructivo: Se quejan constantemente (vía Facebook y en directo) respecto a lo triste que es su vida, que nada les sale bien y que el destino se ha ensañado con ellas, dándoles más de lo que pueden soportar. Como ves su problema desde fuera, te das cuenta que la solución sólo es cosa de actitud, pero claro, eso es demasiado pedirles. Consciente o inconscientemente, se proponen contaminar al entorno de mala onda.
Las personas mediocres, además, tienen la particularidad de seleccionar sólo sus malas vivencias, pasando por alto las cosas positivas. Recuerdan constantemente los momentos tristes, analizando cien veces la forma en que la vida ha sido cruel con ellas. Asimismo, tampoco ven los aspectos valiosos de las personas con que interactúan, quedándose sólo con que “les fallaron” si un día no quieren - o no pueden - escucharlas.
2. Toman decisiones para agradar al resto: Buscan la aprobación y el cariño de sus cercanos, razón por la cual centran sus determinaciones en lo que “a ellas” haga felices, sin detenerse a pensar en qué desean realmente. A aquel “Pepe Grillo” interior lo acallan, convenciéndose de que sus opciones son “lo mejor para todos”.
3. Sólo piensan en “ahora”, justificando sus fracasos: Carecen de un plan de acción respecto al futuro, porque sus objetivos son difusos. Viven en la ilusión de que lo único importante es el presente y por ello, son dispersas en sus actos y asuntos relevantes, yendo “donde el destino les lleve”. Tienden a pensar en que “todo es por algo” y restarse responsabilidad en torno a sus malas decisiones, las cuales son incapaces de asumir. Culpan por ellas al “destino”, “el ambiente”, “la maldita suerte”, “el tarot”, etcétera. El hecho de que “el estancamiento” sea producto de una pésima gestión de sí mismas es una verdad que no están dispuestas a comprender. Es más fácil pensar que “factores externos” se ensañan con ellas sin darles tregua.
4. Son quejumbrosas y se victimizan sutilmente: Enfatizan en que el destino ha sido duro, que tienen muy mala suerte y todo lo malo les ocurre a ellas. Comentan a quien quiera oírles que han soportado los embates de una cruel fortuna, más allá de lo que resistiría cualquier ser humano. En verdad, no les falta el pan, la salud ni las oportunidades; sólo la actitud de motivarse y dejar de auto-sabotearse.
5. No se involucran en sus trabajos: Se desaniman ante el primer contratiempo, quedándose con la idea de que “no sirven” o “no vale la pena seguir intentando”. Una vez que eso ocurre, cumplen con lo justo y necesario, sin esforzarse en aprender o mejorar su rendimiento. No oyen a las personas con las cuales interactúan y se encierran en su caparazón, evadiendo cualquier atisbo de conexión emocional con otros.
6. Sienten que el mundo ha sido injusto: Están seguras de que “se les ha cargado la mata” con tanta desdicha que han debido sortear, por lo cual el mundo está en deuda con ellas. La manera de exteriorizar esta convicción es esperar que sus cercanos hagan todo por ayudarlas y estén a su disposición 24 / 7 para resolver cualquier conflicto que experimenten. Dan por sentado que la vida “debe compensarlas”.
7. Generan envidia y resentimiento: Sienten que la vida da oportunidades a personas que no las merecen, porque no son tan buenas, abnegadas y talentosas como ellas. Este pensamiento no hace más que exacerbar su estancamiento, pues generan un inmenso “odio contra el mundo” para nada fructífero. Por lo anterior, no soportan el éxito de los demás, ya que esto les hace recordar lo poco equitativa y cruel que ha sido la vida. Secretamente anhelan que los proyectos de otros fracasen. Que a los demás les vaya bien les genera un profundo sufrimiento.
Si - haciendo un exhaustivo análisis de conciencia y una ardua labor de autocrítica - adviertes en ti algunas de estas señales, ¡anímate a salir de ese pozo que te limita a vivir una existencia de grandeza!
Imagen CC Justin Gaynor