Para comenzar, les contaré que mi pololo era el fan número 1 de la pega. Le encantaba, porque ganaba muchas “lucas” y eso le ayudaba a comprar las cosas que él quisiera, llevarme a pasear, estar unos días de playa, etc. Pero no todo era color de rosa, ya que además de trabajar, estudiaba. ¡Y eso sí que era agotador para él!.
Trabajar de día y estudiar de noche se convirtió en un suplicio para mi novio, ya que nunca tenía tiempo para mí y por lo general, las personas no aguantan bajo ese estrés. Lo peor sucedió cuando llevaba 6 meses en la empresa y le comenzaron a pedir quedarse los fines de semana. ¡Imagínense eso!. Nuestra única alternativa de comunicación era Whatsapp o llamadas. Pero, cuando ya no atendía ni la una ni la otra, yo comencé a volverme loca: los celos, las inseguridades, la falta de atención, todo se volvió en mi contra. Por eso le pedí que me dedicara más tiempo.
Mi novio, que también estaba cansado de no tener vida de pareja ni social, comenzó a darse cuenta de que estas dos actividades en paralelo no funcionarían, por lo que decidió renunciar y buscar un trabajo que no le consumiera tanto tiempo, para así compatibilizarlo con los estudios y nuestra relación.
Ahora cuando nos vemos ya no está cansado y en vez de dormir me presta atención. Salimos los fines de semana solos o con nuestros amigos y ese romance que tuvimos al principio revivió. A veces el dinero no lo es todo y estar obsesionado con el trabajo o el estudio tampoco es lo mejor, ya que te privas de vivir el momento, disfrutando con los tuyos. Al final, te das cuentas de que vas quedando solo. Por eso, despéguense un poco de la computadora y ¡vivan!; después de todo, es para eso que trabajamos y no al revés.
Imagen CC Leonardo Rizzi