Desde chiquita mi viejo me enseñó que la puntualidad es súper importante, ya que incide directamente en la imagen que la gente tenga sobre ti. Al ser puntual, se está mostrando educación y respeto.
Entonces, yo hice caso. Siempre fui la que llegaba 10 minutos antes, la que esperaba a sus amigos, siendo prácticamente la única que llegaba a tiempo a las citas que hacíamos. Cuando alguien se tardaba mucho, me molestaba, pero igual esperaba si el compromiso era importante. Había veces en las que me hartaba tanto estar más de una hora “plantada” que enviaba un mensaje y me largaba del lugar. Es que haber tenido esa enseñanza y creerla durante tantos años me hizo intolerante con las personas impuntuales.
Un día estaba esperando a unas amigas que venían todas tarde y de lugares distintos. Ahí fue cuando mi paciencia llegó a un límite y me pasé al lado oscuro de la tardanza. Me dije a mí misma: “basta, ésta será la última vez que sea puntual", exceptuando aquellos compromisos que no pueden cancelarse.
Ahora que se dio vuelta la tortilla, casi nadie me pregunta a qué hora llego a un sitio porque la mayoría asume que voy tarde. Por supuesto, cuando están esperándome a mí y a otros, nunca nos creen el típico “voy llegando” o “salgo en 5 minutos”. Para las cosas familiares o cumpleaños, por lo general no llego a pararme al lado de la parrilla. Las buenas almas ya saben que si estoy invitada, me tienen que guardar un plato aparte en el microondas.
Un tiempo probé adelantar la hora - para salir más temprano -, pero el juego mental no fue tan astuto como mi sabiduría. Un día me engañaron diciendo que el horario de la junta eran las 9 y - trotando para llegar a tiempo - me encontré con mis relajados amigos en el camino. Los muy bastardos me habían dicho a las 9 porque sabían que llegaría al menos una hora después.
Ahí aprendí a no confiar en ellos cuando me dicen esas cosas y seguí moviéndome a mi propio ritmo. Es curioso que cuando tengo que salir, siempre encuentro algo que hacer antes en mi casa o se me terminan quedando las cosas. Como vivo sola, he tenido que trabajar más ese tema, teniendo en cada bolso una copia de mis llaves (es difícil escalar al piso 13 si me quedo afuera). Y bueno, aunque es chori inventar cosas entretenidas para justificar las tardanzas, ahora estoy intentando volver a mis costumbres de infancia.
Y tú, ¿acostumbras llegar tarde a tus citas?
Imagen CC Jinterwas