Quizás para algunas, los 30 años sean ¡lo más! Por fin están viendo los frutos de aquello que construyeron a los veintitantos. Tienen mayor poder adquisitivo y un control sobre sus vidas. ¡Genial!. Sin embargo, para muchas, los 30 y algo son bastante más difíciles y menos satisfactorios de lo que parecen.
Es una edad en la cual, según las novelas rosa, ¡pasa de todo!. Por fin sacudes tu vida y tomas el timón de ella, orientándola hacia lo que quieres. Sin embargo, hay muchas expectativas cifradas respecto a lo que podemos hacer con nuestra treintena, sumado a la presión social que nos insta a cumplir con ciertas convenciones, tales como el matrimonio, hijos, una casa y un trabajo estable. Sin embargo, las cosas no siempre “fluyen” como quisiéramos.
No, porque puede que tengas un trabajo estable, pero tener tu espacio propio - o arrendado, de última ratio - no es tan fácil. De hecho, es un verdadero parto. Inmobiliarias y bancos esperan que tengas un sueldo ¡millonario! con pocos años de experiencia. No sé en que planeta y país creen que vivimos, pero definitivamente no son la Tierra ni Chile.
Por otra parte, los subsidios estatales nos empujan a viviendas en que con suerte cabe la cama y están en el reino de muy, muy lejano. Ideales si vives sola y eres lo suficientemente aventurera para gastar 3 horas diarias de tu vida en transporte, pero ¡un cacho! si tienes la familia que - paradojalmente - se “te exige” a esta edad. Y ni hablar de los requerimientos del mercado laboral. Para ser más competitiva, debes tener un postgrado o mínimo un curso, lo cual resta bastante a tu presupuesto de treintañera.
Por demás, a esta edad surgen sin piedad nuevos gastos: cremas hidratantes y anti-señales (para atenuar los surcos que comienzan a aparecer), tintura mensual (tapar las canas es esencial) y gimnasio (ya no bajamos de peso con la facilidad de antes). Además, todos te “apuran” en hallar pareja y el reloj biológico te recuerda que la fertilidad tiene fecha de caducación. ¡Ahh, no es cosa fácil tener 30 y tantos!
Sin embargo, si dejas de pensar en lo que la sociedad espera de ti y aquellas metas que tú misma no has cumplido, ¡seguro cambia tu forma de vivir esta etapa!. Recuerda que el sentido de la vida, más que el punto de partida y la meta, es disfrutar el viaje. Cumpliendo con este punto esencial, lo demás vendrá por añadidura. También debes tener presente que no existe un manual de instrucciones respecto de cómo vivir la vida y en qué tiempos cumplir tus metas. La tercera década no es más que un número, ¡que no te defina!.
Disfruta esa “pequeña cosa terrible” como la más increíble que exista. Que sea un infierno o un paraíso dependerá sólo de ti.