Hace un tiempo conocí a un bombón muy atractivo y lo primero que me dijo fue 'Vivo solo, te invito a mi casa'. En ese momento, se me pasó por la cabeza que era un Don Juan y tenía mil citas en un día, así que preferí alejarme. En un segundo desaparecí con la rapidez de 'La Máscara'. Sólo me faltó la cara verde.
Al tiempo, conocí a otro niño hermoso, de ojos azules como un muñeco. Era muy lindo y tierno, comenzamos a salir. Todo estaba bien hasta que me llevó a su casa y ¡sorpresa!: estaban sus papás, la abuelita, los hermanos, la sobrina de un año y el perro jaja. Todos muy amorosos y me atendieron como a una reina, pero en el momento en que quisimos tener algo más de privacidad - o cuando queríamos conversar - siempre había alguien en medio.
Me parece excelente que la familia siempre quiera saber todo de la persona con quien sales, pero hay momentos y momentos. No se puede estar todo el rato encima de los hijos.
La situación se fue tornando un tanto difícil, hasta que sencillamente no pudimos seguir. Él era muy dependiente de su familia, además de infantil, y nunca podíamos estar juntos como corresponde a una relación. Entonces, me pregunté si estuve equivocada en dejar ir al otro bombonazo. Y, por esas cosas del destino, éste nuevamente llegó a mi vida. Fue como un torbellino: un hombre independiente, maduro con las cosas muy claras. Y efectivamente, el hecho de que viviera solo lo hacía estar en otra etapa.
A veces pensamos mal de los hombres que tomaron las riendas de su vida. Creemos que pasan con mil mujeres y que son unos locos desatados, pero en realidad no es así. Cuando llegaba a su casa estaba todo ordenado, siempre se preocupaba de cocinar cosas ricas y me atendía como a una princesa. Me hacía sentir tan, pero tan bien, que llenaba por completo mi corazón. Y si iban más mujeres a la casa, me lo decía de una. Claro que por suerte, ¡era la única, jaja!
No tenía que andarle diciendo las cosas que debía hacer, ni hacer el papel de mamá; él era un hombre totalmente desenvuelto, de esos príncipes que todas esperamos alguna vez. Y claro, porque hasta con labores domésticas se manejaba, teniendo además un pensamiento muy distinto de quienes aún viven con sus familias, porque había enfrentado otros desafíos. Pero eso no quitaba que fuera un buen hijo, sino todo lo contrario. Ayudaba a sus papás y los iba a ver siempre.
A partir de esa experiencia - y considerando a otros hombres que he conocido - los chicos independientes para mí son geniales, ya que cuentan con otros conocimientos y vivencias. Además que podemos además aterrizar en sus casas cuando queramos y quedarnos con ellos a pasar unas noches encantadoras de pasión y amor. ¡Imagínense!: La luna, estrellas, lluvia, una buena película, una cena preparada por ellos y todo el romanticismo, sin que nadie nos moleste. ¿Qué más podemos pedir, no?