Parece una paradoja, pero ser una chica conservadora y tradicional en estos tiempos es más difícil que estar en el otro extremo. "Cartucha", "machista" y "fome", son las típicas calificaciones que suelo oír en contra de quienes optamos por vestir de una forma menos llamativa o que estamos de acuerdo con algunas de las posturas que enseñaron a nuestras abuelas. Sin embargo, mi realidad está lejos de ser una mujer que no valora a su género o que no pueda adaptarme a las nuevas ideas. A continuación, te explicaré que es ser realmente una chica "a la antigua" y por qué me gusta tanto.
1. Llamas la atención por lo que vales
Los zapatos de tacones extravagantes, las blusas reveladoras y las faldas cortísimas, lo único que hacen es llamar la atención por algo que luces y no lo que realmente eres. Si bien utilizando un vestuario sutil y discreto, nadie volteará a "admirarte" en la calle, es precisamente ese el objetivo. Tampoco significa verse fea ni menos: es saber guardar discreción cuando la situación lo requiere.
En el trabajo ocurre algo similar: todos parecen prestar atención a la mujer más maquillada y que revela más piel. Sin embargo, nadie la está tomando en serio, lamentablemente. El ser humano es muy básico y superficial. A mí, al menos no me interesa ser parte de ello y si alguien quiere comunicarse de alguna forma conmigo, prefiero que sea por lo que soy en vez de lo que parezco.
Respecto a las relaciones amorosas, funciona de la misma forma. Si una persona puede fijarse en tu interior y no en un par de piernas, suma puntos para mí.
2. Ellos pagan
Aquí viene el punto en donde todos me tildan de "machista" y me inundan de discursos de igualdad y género. Lo siento, para mí ellos pagan, y tengo un gran motivo para hacerlos disponer de su billetera al invitarme a salir. Si realmente existiera una igualdad, esto se vería reflejado en los sueldos: lamentablemente, las mujeres solemos ganar menos dinero en la mayoría de los trabajos y además, sacrificamos alejarnos de nuestros hijos, renunciando gran parte del tiempo a nuestro instinto maternal.
No estoy ni ahí con esforzarme tanto trabajando, que me den menos dinero que a ellos y dejar de lado a mis hijos, para luego pagar la comodidad de un hombre que sí dispone de mayores facilidades en esta sociedad machista.
3. Siempre soy "la señorita"
"Anticuada" o "reprimida", creo que es con lo que más me califican cuando hablo de este punto. No digo groserías ni me interesa hacerlo, me cruzo de piernas siempre y mantengo distancia de los saludos afectivos demasiado cercanos.
Respecto al vocabulario, sinceramente encuentro pésimo que las de mi género empleen garabatos dentro de cada frase que dicen: rompe la imagen femenina y el respeto que la sociedad debe a una mujer. Además, permite que otros te traten de la misma forma. En cambio, los hombres suelen más bruscos y trogloditas. Su imagen no suele ser afectada por las palabrotas que vociferan en los pasillos.
Las piernas, para mí, son una parte importante de la femineidad. Sentarse con las piernas abiertas incluso tiene una connotación sexual negativa, que muestra a la mujer entregada a cualquier encuentro de esta índole. Cruzarlas, muestra elegancia y una postura recatada que se tiende a respetar. No me malinterpreten, no estoy diciendo que nuestro género debe reprimir su sexualidad, sólo considero que no es necesario enseñarle al mundo una parte tan privada.
En tanto, las distancias físicas son realmente importantes por motivos parecidos a los anteriores. Prefiero reservar los besos y abrazos para mi pareja - dentro de la intimidad -, que dar una muestra de ello a quien se me acerque. Respeto mucho los espacios y pido lo mismo a cambio.
4. El misterio atrae a las personas
No hablo de mi vida sexual desde ningún punto de vista y con ninguna persona. Tampoco voy a revelar los detalles de mi vida familiar o intimidades cotidianas. Ambas cosas nombradas suelen ser temas de conversaciones habituales, pero yo no los comparto en ningún contexto: prefiero reservarlos.
Esta razón va más allá del género y la posición en el tiempo en que nos encontremos: la privacidad es un tesoro que si compartes una vez, lo pierdes para siempre. La mayoría del tiempo prefiero callar antes de contar detalles de mi vida personal, lo que incluso te dota de características misteriosas. Sin embargo, lo mejor es que nadie tiene material para hablar mal de ti, ni posee las bases para inventar una historia que te perjudique.
Y tú, ¿eres una chica a la antigua?