Aún pienso en ella de vez en cuando. Parecía, literalmente, “un ángel caído del cielo”. Su pelo era castaño claro, su piel de un lindo tono bronceado y sus ojos de un precioso color miel. Su cara tenía unas tiernas pecas y su cuerpo ¡para qué hablar! (sí, las mujeres miramos el cuerpo de otras mujeres, no es ninguna novedad).
Recuerdo que la conocí hace años en una cafetería de Providencia. Había ido sola a disfrutar de mi compañía y de un buen libro que me había comprado hace poco. Después de un rato de mirar la carta, la linda chica se me acercó a preguntar si ya sabía lo que iba a ordenar. Entonces subo la mirada y la veo. ¡Te juro que me quedé en blanco! La encontré demasiado bonita.
Después de unos segundos “pegada”, ella se río y entonces yo atiné. Pedí un chocolate caliente (no hay nada más rico) y unas galletitas de esas que te quedan en una muela. En fin, miraba alrededor de vez en cuando para ver dónde andaba aquel angelito. Sentí cierto impulso de hablarle, ese que me da cuando estoy en modo “cazadora”.
Lo único que me contuvo de actuar fue el hecho de que mi presa era una mujer. Si hubiese sido un hombre, “atacaba” dos veces sin pensarlo. ¡Pero esta vez era una chica (y una muy linda)! Nunca antes lo había hecho, y entre la vergüenza y un inminente miedo al rechazo, pagué la cuenta y me fui.
Volví otro par de veces y ella seguía tan hermosa como siempre. Incluso fui con mi mejor amiga, sólo para mostrarle a la mesera que me gustaba. Le conversaba un poco y de vez en cuando le decía alguna que otra cosa chistosa para que sonriera. Un día, sin embargo, ya no la vi más. No quise hacer preguntas, y simplemente asumí que encontró otro trabajo.
¡Qué decepción! Si bien encuentro lindas a muchas mujeres, con ella me pasó algo más. Ese algo que la hubiera invitado a comer sushi. No he sentido nada parecido por otra mujer desde entonces, y quizás esa sea la razón de que lo recuerde con tanta vividez.
Y tú, ¿te has sentido atraída una mujer?