Es usual que las personas se asombren cuando me preguntan cuál es mi segundo nombre y yo respondo, entre risas incómodas, que es “Pamela”. Y es que no todos saben que me llamo María y por lo tanto, este 12 de septiembre es mi santo.
Al igual que muchas de mis tocayas, sólo recuerdo que me llamo así cuando estoy de onomástico. Porque la verdad es que - sin ánimo de ofender a las Marías que están felices con su nombre - no me gusta para nada. Siento que le falta identidad por sí mismo, ya que siempre se espera que se acompañe de otro, como si fuera una frase. Así, son usuales las “María Pía, María Paz, María José”, etcétera. Pero si dices “María” a secas, no sé. Es como que le falta algo.
Por demás, si digo que me llamo “María Pamela”, siento que se oye algo cuico. Vienen a mi mente los clásicos chistes con nombres compuestos, onda: “Hola María Pamela, ¿cómo está Gustavo Adolfo?“ (léase con una papa en la boca). No sé, como que no es muy “yo”. No me acomoda en absoluto. Es más, cuando me llaman en la consulta médica como “María Rodríguez”, me quedo mirando a todos lados como si no conociera a la aludida. Me cuesta caer en la cuenta de que se trata de mí.
Lo curioso es que hasta la fecha no me he topado con ninguna María que adore llamarse así. A lo más, algunas que lo usan con orgullo, pero dándose a conocer como “Mary”, por ejemplo. El 99% de quienes conozco utiliza su segundo nombre y guarda bajo siete llaves el primero, al igual que yo. El resto - generalmente las “María José”, como mi hermana, “María Paz”, “María Jesús” o “María Pía”, si bien no lo esconden, prefieren ser apodadas como “Coté”, “Pachi”, “Jechu” o “Maripi”. ¡Incluso las María Teresa o María Elena prefieren ser llamadas Maite o Mane! Es una tendencia generalizada.
Pero si hay algo en que todas coincidimos, es que el día de celebrar a las Marías está marcado en nuestro calendario. ¡Y cumplimos religiosamente con los festejos! Es el día en que nos gusta llamarnos María. Luego, nuevamente lo olvidamos. Por lo mismo, si al igual que yo, hoy te encuentras a escondidas celebrando, ¡te envío un gran abrazo y muchas felicidades, tocaya!
Y ahora cuéntame, ¿te gusta llamarte María o tampoco te agrada? ¿Por qué?