Teníamos 14 años cuando nos conocimos. Por un azar de la vida, coincidimos en un liceo al que ninguna de las dos quería ir y ambas éramos presidentas de nuestros cursos. Fue en esas reuniones de alianza cuando comenzamos a hablar y nos hicimos íntimas amigas. Realmente íntimas.
No había lugar en que yo y Karen no anduviésemos juntas. Los recreos se trataban de correr a la sala de la otra y los viernes la ayudaba a convencer a su mamá para "quedarse en mi casa", cuando en realidad nos escapábamos a fiestas o huía con su pololo.
Al siguiente año, las dos nos cambiamos al colegio que queríamos y, aunque ella quedó un año atrás, la amistad seguía intacta. Incluso si pasaba una semana sin hablar, juntarnos significaba contarnos hasta los últimos detalles de nuestras vivencias.
Así fue esta relación, hasta que cumplí cerca de los 20 años. De los 14 a esa fecha, ya sabíamos todo de la otra: hasta esas cosas que no quieres que nadie sepa. Ya habíamos peleado, vacacionado juntas, jurado amor eterno y todas esas cosas tontas que hacen las mejores amigas. Pero la gente cambia.
De repente ella ya no me pareció la misma persona. Todos los defectos sobre ella que las personas a mi alrededor me repitieron por años, comenzaron a hacerse visibles para mí. De una gran acompañante, comenzó a parecerme alguien que entorpecía mi vida de alguna manera.
No voy a detallar esos problemas por respeto a la amistad que tuvimos. Sin embargo, ella comenzó a resentir mi lejanía y me escribía largos mensajes en Facebook preguntando qué me pasaba. Realmente, yo no sabía qué decir… era como terminar un intenso pololeo.
Hasta que un día le dije y ella se lo tomó de la peor forma posible. Desde ahí, quien fuera mi cofre de tesoros y secretos, la única real mejor amiga que tuve en mi vida, se borró de mi vida. Se acabó.
Hoy, más de dos años después, no he tenido ningún contacto con ella desde nuestra separación. Sin embargo, todo el mundo me pregunta por ella o me cuenta que la vio. Al menos yo me di cuenta que no es más que una extraña en mi lista de amigos de Facebook y cerré ese capítulo con un último clic. Adiós.