¿Alguna vez arrojaron una moneda a una fuente de agua para pedir un deseo? Yo sí, lo hice. Fue un anhelo muy especial. En el momento en que seguí esta suerte de ritual, me acompañaba el protagonista e inspirador de tal propósito. Quizás intuyó lo que pedí. ¡Y créanme que lo hice de corazón! Fue un instante mágico.
Recuerdo la ocasión: estábamos en el Cerro Santa Lucía, el que siempre he amado por su carácter onírico, señorial. Entramos al sector en que se ubica una pileta de diseño sublime. Extraje la moneda de mi bolso, deseé con toda el alma y la arrojé. Sí, se cumplió. Jamás he sido cabalista ni esotérica, pero cada vez que he deseado algo en agua - sea “la fuente de los deseos” o simplemente, el mar o un lago - esto se cumple. No falla (y las invito a hacer la prueba, a ver qué tal les va). Tengo la impresión de que hay algo mágico en el líquido vital, que hace que las cosas fluyan y da vida a los sueños más enrevesados.
Hoy, absorta en la vorágine de la vida y desarrollando actividades que me apasionan, poco y nada de tiempo tengo para ir acercarme a una fuente, sacar una moneda y pedir un deseo. Las cosas que quisiera pedir, son bastante más “terrenas” que mi sueño de entonces y quizás, mucho menos significativas, pues no pasan de ser complementos a lo que un día ambicioné. Aún con eso, ¡pucha que me parecen imposibles! Pero en fin, creo que al final de cuentas, la magia está en creer y dejarse llevar. Quizás un día me haga un tiempo y me acerque nuevamente a esa mágica pileta.
Y ustedes, ¿también creen en la fuente de los deseos? ¿Qué pedidos les concedió?