Toda mi vida universitaria preparándome para este momento. Aquel en que aplicaría todo lo aprendido, para destacar y ser la mejor en la carrera que escogí: mi práctica profesional en un medio de comunicación. Nuestros profesores nos dijeron que las cosas serían algo lentas en un comienzo. Solo debíamos intentar encajar y demostrar lo que somos capaces.
Entrar a una sala de prensa es como llegar a un curso nuevo. Todos se conocen, tienen sus tallas y tú solo eres la practicante de turno. No tengo un puesto fijo, debo estar picoteando entre computadores vacíos y salir arrancando si el dueño se acerca. Las tallas entre los periodistas se dividen entre anécdotas entre ellos e indirectas sobre el "practicante" que no tiene puesto y debe sentarse en una baranda de la ventana. Como en cualquier otro curso, hay gente buena onda, están los más mateos (a los que quieres puro copiar), los que se creen populares, los que olvidan que alguna vez también fueron practicantes, etc. Y así, de ese modo, hay que ir acomodándose. Todos partimos desde abajo.
A veces me gustaría responderles las tallas, pero con algo pesado. Luego recuerdo que la que más tiene que perder soy yo, asi que sólo me queda tener cara de cumpleaños todos los días. Tengo hora de entrada, pero el horario de salida es relativo. De frentón entendí lo que es el mundo laboral en esta carrera que escogí.
Si bien mi trabajo es más de ser la ayudante de todos los periodistas, podría ser peor. Podría estar entregando café, como en un momento pensé que pasaría. Clásico de las peliculas, la practicante sirve café hasta que un día la descubren y salta al estrellato.
Aún no he tenido mi minuto de fama, pero he aprendido más que en la universidad. Codearme con verdaderos periodistas es un privilegio. Tener la oportunidad de que te cuenten experiencias o que te corrijan, son momentos que no dejo pasar.
Sólo me digo a mi misma que cuando yo sea periodista y lleguen practicantes, seré buena con ellos.
Y ustedes, chicas: ¿ya hicieron su práctica?