Independiente de cuánto ames tu trabajo, estudios, pareja y familia, en más de una oportunidad tendrás ganas de salir corriendo, abordar un bus cualquiera - como en las películas - y comprar sólo el pasaje de ida. Es lo que popularmente conocemos como “síndrome de Olguita Marina”. Sí, el mítico personaje de la novela “Sucupira”, que sufría de periódicos ahogos donde quería estar sola y escapar de todo.
Y es que las mujeres desempeñamos tantos roles - que intentamos cumplir de la manera más eficiente - que es normal que a veces nos sintamos colapsadas. Pretendemos lucir bonitas, sexies, joviales; ser dulces, agradables, proactivas; mostrarnos fuertes, apuntalar a nuestras amigas y también a nosotras mismas. La pega es harta y la energía se agota. Es normal. Por eso, estos ahogos no son más que el grito desesperado que exige una recarga o más tiempo para una. Sólo debes procurar dar una vuelta, respirar y dedicar algunas horas a hacer lo que te gusta. Comer rico - una vez al mes no te va a desfinanciar-, nadar o realizar actividades agradables, que te permitan “desconectar”. Algo así como bailar, perderte en la naturaleza o ir a Fantasilandia. Verás cómo esa opresión en el pecho pasa.
Así es que ¡ya sabes! Si sientes esas ganas irrefrenable de romper con la rutina y salir corriendo o gritando, ¡no desesperes!. Aún no es tiempo de vender las casa y las cosas, cambiarte el nombre y embarcarte en un avión con rumbo desconocido. Sólo respira y escúchate. Es justo y necesario.
Y tú, ¿cuándo tuviste tu último “ahogo"?