Hace 3 años no veía a mi ex, el único pololo que he tenido en mi vida.
Debido a situaciones externas, tuve que ir a retirar un encargo a la tienda de su familia, donde me encontré con su papá, mamá y el susodicho. Admito que entrar y ver a quien fue mi pareja en el pasado me congeló un poco, pero sólo por el impacto de verlo tras varios años y sentir que ahora era un total desconocido.
Más allá de los cambios físicos - que todos experimentamos -, me sorprendió que al tratar de conversar las palabras no fluyeran. Se hizo evidente que nos encontramos en “etapas de vida” distintas.
Punto aparte fueron sus padres, con quienes siempre me llevé bien y conversamos por largo rato sin problema alguno. Incluso llegué a sentir una pizca de nostalgia. No me había dado cuenta de lo encariñada que estaba con ellos, ya que siempre me acogieron como a una más de la familia.
La enseñanza que saqué de este incómodo momento fue lo certera de la frase que reza: “la vida se encarga de poner y sacar personas de nuestros caminos por alguna razón”. En la conversación con mi ex, pude dilucidar que de haber seguido con él me hubiese estancado. Finalizar nuestro romance fue una decisión que me ayudó a crecer.
Para quienes tengan miedo de este momento, les digo que de verdad no es tan terrible. Ya no murieron de amor. Además, volver a mirar a la cara al personaje que rompió tu corazón, sólo te hará sentir más fuerte y renovada. ¡Palabra!