Ambos éramos de un pueblo pequeño allá en el sur. Y como buen pueblo pequeño, todos nos “cachábamos”, aunque fuese sólo de vista. A él recuerdo haberlo visto en varias fiestas, y quizás hasta algún “hola” cruzamos. La verdad, no me acuerdo muy bien. Lo que sí recuerdo fue todo lo que sucedió después.
Al salir del colegio me vine a estudiar a Santiago. Estaba muy entusiasmada, aunque me sentía bastante sola lejos de mi familia. ¡Los extrañaba muchísimo! Y mi mamá, intentando consolarme, me mencionó que este chico también estaba estudiando acá. “Qué coincidencia”, pensé. Lo agregué a Facebook y nos hicimos amigos.
No pasó mucho tiempo antes de que me pidiera pololeo y, como una forma de ahorrar dinero, decidimos vivir juntos. Pasaron los años y tengo que admitir: fui feliz con él. Sin embargo, para nuestro tercer aniversario, la relación ya no daba para más. De pronto me di cuenta que, todo ese tiempo, ¡había estado con un lunático!
Un día uno de mis mejores amigos se acercó a mí, muy afligido. Me dijo que no quería meterse en mi relación, pero que encontraba “que ya era mucho”. ¿Qué pasaba? ¡Qué mi pololo hablaba mal de mí con él! Sí, tal como me lees. Me enteré que el hombre que amaba me pelaba cada vez que podía.
Y es que siempre fue muy celoso. Al principio eran sólo pequeñas quejas, pero con el tiempo empezó a “prohibirme” ver a mis amigos. Supongo que, al no lograrlo, recurrió a una táctica digna de un cabro chico. ¿Puedes creer que les decía que yo era una promiscua, y que él, pobrecito, tenía que aguantar cómo yo me acostaba con cualquier hombre?
Pero eso no fue lo peor. Lo peor vino cuando estábamos a punto de terminar. Las cosas ya venían muy mal, y se notaba. De pronto, apareció un “acosador” anónimo que me enviaba insultos a mi correo. Todos eran más o menos iguales: yo era una suelta. Al principio no lo relacioné con mi pololo porque ¿cómo tan loco? Pero cuando le pedí ayuda a mi mejor amiga, todo se supo.
Ella sospechaba que mi lunático galán podía ser mi acosador, y me dijo que le revisara el celular. Lo sé, mal ahí. Pero tenía que salir de la duda. La cosa es que lo hice, y ahí estaba: tenía enlazado el correo del acosador. ¡Él era el que me insultaba!
Terminé la relación inmediatamente y lo eché cascando de mi departamento. ¡Vaya pesadilla!
Y tú, ¿has tenido un ex así de loco?