Siempre oímos hablar de “la crisis de los 30”. Aún cuando haya quedado relegada frente a otras - como la de los 40 o la “del titulado” - la seguimos oyendo porque existe y sentimos sus embates, por más que queramos obviarla. Tal vez porque la tele nos insiste que “los treinta son los nuevos 20” y “los cuarenta, los nuevos 30”; entonces ¿para qué tener crisis siendo jóvenes y vigentes?. Pese a nuestros buenos propósitos, de que las hay ¡las hay! y ésta puedes reconocerla en las siguientes señales:
1. No sabes lo que quieres: Llega el momento en que te enfrentas cara a cara con la adultez en todas sus dimensiones: obligaciones, responsabilidades, proyecto de vida, etcétera. Te das cuenta de que las cosas son más difíciles de lo que parecen y empiezas a trazar nuevas líneas para el futuro. Es en ese proceso que a veces “te pierdes”, tomas un desvío y terminas sin tener idea de dónde estás parada.
La respuesta, cuando eso sucede, es “retroceder” un poco en el tiempo y volver al punto exacto donde “te perdiste”. Es usual de que antes de caer en esa espiral de cuestionamientos, tengas clarísimo lo que quieres, pero la dificultad de lograrlo te lleve a amoldarte y tomar alternativas. Reflexiona al respecto: escoger otras opciones para alcanzar la meta siempre es bueno, en tanto éstas no te desvíen del camino.
2. La indecisión: A veces, los errores pesan y a los treinta y algo lo tenemos más que claro. Por eso, vamos adquiriendo nuevos miedos y uno de ellos es el de equivocarnos. Es así que la toma de una simple decisión nos puede generar tremenda angustia, ya que sabemos las implicancias que un error puede traer a nuestras vidas.
La solución a esto es no cuestionarnos tanto y ¡vivir!. Mientras más nos complicamos por cómo resulten las cosas, más “obstáculos” pondremos a su concreción. No sientas pánico hacia tus yerros: lo bueno de estar vivo es que siempre se tiene la oportunidad de enmendarlos. Y ten presente que todo suele resultar mejor cuando lo haces de corazón y sin pensar tanto.
3. La nostalgia: De la mano con el hecho de que la vida antes “era más fácil”, nos viene una gran melancolía por todo aquello que en los 30 no podemos disfrutar. Por ejemplo: bajar de peso con una simple dieta, tener menos arrugas, cero canas, mayores posibilidades de innovar en vestimenta, más gastos flexibles y menos fijos, etcétera. Ya no están nuestros padres para sacarnos de apuros económicos, ni el metabolismo es tan eficiente como antaño. Con ello, es obvio que nos invada una horrible nostalgia y las ganas de mantenernos en esa “zona de confort”, que nos lleva a abrazar un comportamiento veinteañero en el afán de volver al pasado.
Para lidiar con ello, debemos tener presente que aunque los recuerdos nos ayudan a saber quiénes somos y hacia dónde vamos, no deben “atraparnos”. Aún hay muchas más vivencias y nuevos recuerdos que podemos ir construyendo día a día. La clave es la voluntad de hacerlo.
4. La comodidad: Si vives quejándote de lo que falta en tu vida, pero no mueves un dedo para obtenerlo, entonces caíste en la zona de confort que caracteriza a algunos treintañeros. Estos viven inventándose excusas para no luchar por lo que se han propuesto, culpando al entorno y las oportunidades esquivas por aquello que les desagrada. La solución es tan sencilla como ponerte manos a la obra, atreverte y darle marcha a algún plan para alcanzar tus objetivos. No será fácil, pero como dicen por ahí “para que algo nazca, algo tiene que morir”. ¡Haz frente a la adversidad y tocarás el cielo!
5. El miedo a la soledad: Pasados los 30, la presión social empieza a causar mella en nosotras. El entorno nos incita a presentar una pareja, tener hijos o celebrar un fastuoso matrimonio. Para muchas, el punto no es tema: sin embargo, la presión molesta y las lleva a cuestionarse si hay algo malo en ellas o si lamentarán en el futuro haber “perdido el tiempo”. En el caso de otras - que sí sueñan con formar una familia - el problema puede alcanzar ribetes dramáticos, llevándolas a dar palos de ciego en sus relaciones afectivas.
¿El mejor consejo para ello? Vivir la magia de los años. Cada quien posee su propio ritmo interno; disfruta tu soltería, que ya habrá tiempo para compartirlo con alguien más, si es lo que deseas. Recuerda que la vida es tuya, y cada decisión que tomes debe ser impulsada por tu corazón, libre de las presiones de terceros.
Y tú, ¿estás viviendo la crisis de los 30?