Terminar una relación jamás es fácil, más aún si fue un amor de muchos años y se terminó sin mayores explicaciones. Los primeros días sientes que el mundo se viene abajo, cada cosa que miras te recuerda a esa persona tan especial y por la que entregaste todo lo que tenías. Hay veces en las que no quieres salir, no quieres ver a nadie, no puedes comer y el panorama se transforma en un escenario gris, donde una mantita y el papel higiénico- o pañuelitos desechables- se vuelven tus mejores amigos.
Pero también sabes que no puedes estar sumida en la tristeza por siempre, debes levantarte, seguir con la vida aunque cueste y mantener la mente ocupada para no extrañar. Es difícil y todo lo ves lejano, cuesta arriba, cómo si nada de lo que hicieras te ayudara. Pero hay pequeñas cosas que lo hacen y yo te quiero orientar en base a mi experiencia.
Primero, debes levantarte, no mirar atrás e intentar estar con la frente en alto. Va a doler, vas a llorar y te vas a sentir miserable; es imposible no sentirse mal. Pero arriba: es el primer paso para el cambio.
En mi caso, me metía a la ducha por minutos eternos y dejaba que el agua se llevara mi pena y mis lágrimas. Hice panoramas con amigos y lo que más me ayudó, lejos, fue el deporte. Empecé a subir cerros, a ir al gimnasio, a botar la rabia, la pena y la incertidumbre con el esfuerzo que significa hacer actividad física.
El mismo día de la ruptura fui al gimnasio. Fue una hora intensa de ejercicio (monitoreada por entrenadores, la idea tampoco es lesionarse, solo liberar tensiones). Al día siguiente, mi primer cerro fue el San Cristóbal. Lo subí- o lo intenté- corriendo junto a un gran amigo que fue en bicicleta. Morí alrededor de tres veces en el intento, llegué prácticamente arrastrándome, pero subimos hasta la virgen y ahí tuve mi primera liberación: hablé del tema. Éste es algo así como el segundo paso.
Recordé también que en una ruptura anterior carretear me ayudó, así que lo intenté. No perdía nada, éste fue el tercer paso. Pero no resultó. Carretear ayuda, es cierto: bailas, estás con otra gente, te sientes linda y que todo queda en la pista. Pero al día siguiente, la caña que tenía me hacía sentir más miserable. Así que mejor seguí con los cerros.
Me inscribí en una clase de kickboxing, he visto todas las series de Netflix, me conseguí un amigo para subir un cerro cada semana, motivé a mi mejor amiga para asistir al gimnasio y me anoté en el desafío de Instagram "FitGirls Guide" (empieza en 18 de abril, por si alguna se quiere unir).
Así, mi mente se ha mantenido ocupada y si bien la pena sigue ahí - porque no es algo que se vaya en un par de días - he podido ir superándola, motivándome para buscar nuevas experiencias y alcanzar las metas que han ido surgiendo.
Cada persona es un mundo en sí misma y debemos buscar lo que nos gusta para estar ocupadas. Si lo tuyo es el deporte, cómo yo, practícalo. Si prefieres leer o escribir, también es una vía para mantener la mente enfocada en otra cosa. Lo importante es que sepas que la primera persona que debe sacarse del estado depresivo eres tú y aunque cueste, todo se supera en algún momento.
Y ustedes, ¿cómo le ganaron a la pena de una ruptura?