Escribir o dibujar en los bordes de los cuadernos escolares es algo que todo mundo ha hecho alguna vez. Es el tipo de cosas a las que nos empuja el aburrimiento de una clase que no nos interesa. Al menos en mi caso es algo que siempre he hecho, pero con una particularidad que tal vez vuelva mis dibujos diferentes a los del resto. Cuando estoy aburrida en clases o mientras espero a reunir las fuerzas para levantarme de la cama y por fin ponerme a hacer los deberes, lo que dibujo son animaciones breves en las esquinas de mis libretas, las cuales sólo pueden verse si se toman todas las hojas y se deslizan con rapidez con el dedo pulgar.
No recuerdo bien en qué momento adquirí este hábito de dibujar en los bordes que ha estado conmigo desde que tengo memoria, pero siempre se lo he achacado a la vez que vi un documental sobre la historia de los dibujos animados y descubrí que, aquellos animales que veía en la tele persiguiéndose y golpeándose con martillos gigantes, no eran sino una serie de placas pasadas a gran velocidad por un aparato especialmente diseñado para esto.
Al principio, eran dibujos sencillos: una pelota rebotando o una línea haciéndose más larga; pero, con el paso del tiempo, a medida que mi interés por las artes gráficas fue prosperando, empecé a hacer cosas más elaboradas: un perrito caminando o una persona haciendo gestos con los brazos.
Llegué al punto de que todas mis libretas tenían una animación, ¡algunas tenían dos, una que se veía por el frente y otra por detrás! En el instituto, empecé a dibujar en los bordes no sólo en los ratos aburridos , sino en mi tiempo libre. Llegué a comprar libretas especialmente gordas con el único fin de poder hacer las animaciones.
Una vez, lo recuerdo perfectamente, me quedé sin libretas vacías y comencé a agarrar los libros de la biblioteca de la casa. Mi padre es profesor de literatura, por lo que hay miles de libros en casa. Hice esto hasta que arruiné una edición costosa de un libro, vieron todos los demás que había rayado y me prohibieron la entrada al estudio de mi papá. Para seguir con mi hábito, le pedí una libreta prestada a mi hermano y la llené de animaciones en cada una de las esquinas, al derecho y al revés.
Esto empezó a pasarme con las cosas de mis amigos. Si me prestaban un libro una libreta de apuntes, era una garantía que iban a regresar con dibujos. Para mi sorpresa, un chico que no conocía tanto me prestó un juego de copias una vez y, cuando se las regresé, en lugar de enfadarse se mostró sorprendido por lo que había dibujado (un cocodrilo atravesando un río), me dijo que le había gustado y que le encantaría ver más cosas de ese tipo. Vaya que tenía más, pero soy muy penosa, así que le dije que ésa era la única que tenía.
Ahora vivo sola y tengo más control sobre mi vida y mis compras, por lo que puedo ir a la papelería y comprar 15 libretas sin tener que explicarle a nadie para qué las quiero ni por qué gasto tanto dinero en eso. Espero que llegué el fin de semana y me encierro dos días a dibujar animaciones, una tras otra. Hacer esto me ha ayudado a dejar de hacerlo en libros importantes o cosas que no son mías.
Hoy mismo estoy planeando hacer una representación de una escena de mi película favorita. A decir verdad, creo que me he vuelto bastante buena en esto.
Y, bueno, ésa es la historia del que es, definitivamente, uno de mis hábitos más raros (¡tengo más!). ¿A alguna le pasa algo parecido? Si no, ¿cuál es la obsesión más rara que tienen? ¡No puedo ser la única así de loca!