Amo el otoño. Me gusta todo de él. Los árboles cambian de color y las calles se tiñen de rojos, amarillos y anaranjados. Comenzamos a sacar los chalecos gigantes, los sweaters y las bufandas. El frío se transforma en la excusa perfecta para quedarnos en casa un fin de semana o pasar un domingo en pijama; y salir a tomar café vuelve a ser un panorama.
Sin embargo, lo que más más, más, me gusta de esta temporada es pisar las hojas secas. No sé porque, simplemente me gusta como crujen y desarman. Cuando era chica, una parte del camino entre el colegio y mi casa era una pequeña calle llena de árboles que se juntaban sus copas y formaban una especie de techo de ramas. Eso en otoño se transformaba en el paraíso. Pasar por ahí durante una ventolera era mi parte favorita. Todo un espectáculo... Así como la abuelita de Patch Adams soñaba con bañarse en una piscina de tallarines, yo sueño con tener una montaña de hojas secas para mi sola.