Una vez, conversando con mi papá sobre sus carretes de juventud, se soltó y empezó a confesarme pequeños secretillos. Cosas de las que se supone no me debería haber enterado. Por ejemplo, que alguna vez lo llevaron detenido por estar fumando pitos. Que mentía diciendo que se iría de vacaciones con la familia de algún amigo y en realidad terminaba mochileando solo por ahí. Me contó además sobre todos los trucos que tenía para copiar en matemáticas (asignatura fatal para los dos). Que en el colegio se cambió al "científico" sólo porque estaba enamorado de una compañera y que casi repite, porque no cachaba nada. En fin, mil historias que me encantó oír y a ratos me hacían pensar en que podría carretear con él perfectamente.
Bueno, de hecho una vez lo hicimos. Yo estaba en cuarto medio y me invitó a escuchar a una banda. Llevamos a un par de amigos míos y bueno... me porté pésimo. Me volví loca tomando y de vuelta tuve que hacer que parara el auto para vomitar en el camino. Al contrario de lo que se puedan imaginar, me cubrió todo el rato, no le contó a mi mamá y tampoco me castigó. Por su puesto, se me caía la cara de vergüenza cada vez que lo veía, pero su actitud de cómplice me hacía sentir bien y por mucho tiempo fue ese "nuestro secreto".