Foto vía Brianna
En mi familia no hay matrimonios duraderos. No conozco de cerca esa parte linda de ver a mis abuelos o padres envejecer juntos. Tal vez es por eso que cuando veo a dos personas de cabecita blanca tomadas de la mano, me conmuevo. Porque es la tremenda hazaña.
Me gusta imaginar historias. Pienso en todo lo que deben haber pasado para llegar a tener un momento como ese. Probablemente se conocen al revés y al derecho. Sólo él sabe que no la tiene que molestar cuando lee y a ella no le importa que él escuche música fuerte, porque está medio sordo. Seguro tienen nietos que los van a ver los fines de semana y los mismos muebles desde hace 50 años.
En las tardes, cuando pasa el sol, salen a caminar. Se mueven con pasito tranquilo, como si sintieran que ya hicieron todo lo más importante y se toman la mano en un acto que refleja intimidad absoluta.