Lo Bueno:
Lollapalooza tuvo hitos increíbles para mí. The Flaming Lips era una de las bandas que siempre quise ver en vivo y estuvo a la altura de todas mis fantasías. Un clásico que marcó mis gustos musicales desde el colegio. Aparte del papel picado y la burbuja en la que se paseó Wayne Coyne, los de Oklahoma nos recordaron por qué son considerados un emblema del indie norteamericano.
The National se lució con un repaso de lo mejor de su discografía y con un Matt Berninger de sobresaliente calidad interpretativa, que llegó a su punto cúlmine con las últimas canciones. "Mr. November" y "Terrible Love", dos de las más intensas y de mi top 5 de favoritas.
Lo de Kanye West fue otra cosa. Todo un espectáculo. Seco, prendido y cargado al bling bling. Me hizo bailar, gritar, saltar y sentirme como una negra rapera. Después de 10 minutos de concierto, mover el brazo para adelante y para atrás me salía por inercia.
La parafernalia, los disfraces y las bailarinas de Empire of the Sun me encantaron, fueron lejos uno de los shows más coloridos y entretenidos de mirar. Pero más me sorprendió que sonaran así de bien. Yo creo que esto lo ha dicho todo el mundo, pero ese chino de Luke Steele es la versión mejorada -y doblemente loca- de Lady Gaga masculino.
Lo Malo:
El sábado llegué al que se suponía sería la mejor experiencia musical de mi vida. Hubo meses de ansiedad y de preparación (me preocupé de escuchar todos los discos que me faltaban). Me hice un riguroso itinerario que planeaba seguir al pie de la letra y me puse de acuerdo con amigos para ir rotando por los distintos escenarios. Sin embargo, las cosas no resultaron como esperaba.
Primero, la señal de los celulares fue nefasta, con dificultad pude comunicarme con una de mis amigas y los teléfonos del resto murieron. Mal. Luego, tuve que irme a la mitad del concierto de Edward Sharpe and teh Magnetic Zeros, un show que de verdad esperé demasiado, porque comenzaron con más de 35 minutos de retraso y si me quedaba hasta el final me perdería a The National, otra de las bandas que no estaba dispuesta a dejar de ver.
En definitiva el Tech Stage fue lejos lo peor. El domingo a ratos me amargué y odié a Lollapalooza. No podía creer que el día que se supone prometía ser el mejor de todos -al menos para mí- terminaría en tal desastre. Casi morí aplastada por un caballo intentando ver a Devendra Banhart (al final no lo logré) y tuve que soportar otra espera interminable para NO ver a The Drums y perderme la segunda mitad de Cat Power.
Un festival de esta magnitud no le puede prohibir a las personas que compraron su entrada ver a lo que quieran. En ninguna parte decía "cupos limitados" o "apúrate en llegar, porque si no te vamos a echar a los pacos y cerraremos las puertas en tu cara". Simplemente inaceptable.