Me encanta ir al cine y trato de ir tan seguido como puedo. Pero hay dos cosas que me apestan de sobremanera y es: la gente que come ruidosamente y los que hablan entremedio de la película.
No hay nada que me dé más lata que la pareja que elige ir al cine como primera cita cuando en verdad lo único que quieren es conversar ¿cuál es el punto de invitar a alguien que quieres conocer a un lugar donde no deberías decir ni pío? Lolito, lolita, si quiere hablar, váyase a otra parte.
Me van a perdonar las mamás, pero otra situación desagradable son los niños en el cine (no todos, hay que decirlo, pero hay uno que otro mañosito por ahí). Porque, primero, no alcanzan a leer los subtítulos y las mamás tienen que estar repitiendo todo. Segundo, llegan con el medio snack, onda papas fritas de paquete ruidoso y comida que cruje fuerte cuando se mastica. Y tercero, no falta el que goza haciendo pataletas por cualquier cosa. Entonces de una u otra forma es pésimo.
Aunque lejos los más desubicados son los que contestan el teléfono y justo en la parte en que uno estaba más concentrado te hacen perder el hilo. Mal, mal, mal, mal.Llámenme maniática, pero aparte de una reacción natural de susto o una carcajada, el cine es para ver películas… en silencio.