Desde chica que fui pechugona. Mientras todas mis compañeras de colegio usaban petos – de esos típicos que te ponen cuando empiezas a desarrollarte- yo me tenía que poner sostenes con barba, porque mis pechugas eran mucho más grandes que las del montón.
Desde ese momento – 12 años- me sentí discriminada. No era igual al resto, me daba vergüenza, sobre todo a esa edad en que los temas de la pubertad son demasiado tabú.
No sé de dónde salí tan pechugona, si siempre he sido flaca, de espalda chica y mi mamá es prácticamente plana.
Bueno, con el tiempo me acostumbré. Traté de sacarle provecho, de caminar orgullosa con mi delantera. Pero, todo terminó acomplejándome más. En la calle los hombres me miraban el escote, me decían piropos asquerosos en relación a mis pechugas. Varias veces, en fiestas tuve que enfrentarlos y decirles “hey, tengo la cara acá”.
La cosa es que un día – después de 10 años de sufrimiento- desperté, me miré al espejo y me odié. Sentía que toda la ropa se me veía horrenda, me puse a llorar y no tenía ganas de hacer nada. Le dije a mi mamá que quería operarme, que de verdad sufría con mis pechugas. Ella – la mejor mamá del mundo- sabía cuánto me perturbaba el tema y accedió.
A los tres meses entré a pabellón. Se mueren cómo me cambió la vida. Ya han pasado 5 años desde que me operé y soy feliz. Me siento mina y no tengo temor de salir a comprar ropa, ponerme una polera de tiritas o pasearme en bikini por la playa. (Este párrafo sonó muy a Cirugía de Cuerpo y Alma, pero es verdad)
No estoy muy a favor de las cirugías plásticas a temprana edad, pero cuando es un complejo, digo que sí todo el rato. Ustedes tienen algún trauma físico que se operarían?