Prácticamente es una ley de la vida: todo lo bueno, tiene un final. Y las vacaciones no son la excepción. Esta semana volví al trabajo después de dos semanas de desconexión, playa, relajo y carrete.
Es entretenido reencontrarse con los compañeros de trabajo, contarles sobre tu viaje y llegar con las energías renovadas para un nuevo año; pero pucha qué cuesta. Se extraña tener tiempo para todo, estar tomando sol sin pensar en nada, conocer nuevos lugares y lo mejor de todo: sentir que no hay responsabilidades.
El ritmo se va agarrando de a poco. Es prácticamente imposible que de golpe y porrazo podamos volver a “producir”; ya que nuestra mente sigue pensando en vacaciones.
Lamentablemente, es algo por lo que tenemos que pasar todos los años de nuestra vida. Aunque duela, hay que aterrizar. La lata es que me queda mucho para mis próximas vacaciones, pero aún así, no puedo dejar de pensar en cuál será mi próximo destino.
¿Ustedes ya salieron de vacaciones?