Toda mi vida he mordido mis uñas. No recuerdo cómo empezó pero tengo 23 años y todavía no puedo dejar lo que todo me señala como el peor hábito del mundo. Yo sé que mis manos se ven horribles así, lo sé porque dos veces en la vida logré que me crecieran un poquito las uñas y fue hermoso.
He atacado por varios bandos el problema. Por supuesto que apenas salieron esos esmaltes asquerosos que vendían en Avon, mi mamá me compró de distintos tipos y no funcionó, soportaba el sabor y la obsesión continuó. También, por esa misma época, intenté con fortalecedores de uñas pero seguían débiles y mordibles.
La primera vez que me dejé crecer las uñas fue para demostrarle que sí podía hacerlo al niño que me gustaba como a los 15 años. No ocupé ninguna técnica, fue pura fuerza de voluntad que nunca más volví a tener.
El año pasado fui a una capacitación de entrevistas laborales y la psicóloga me dijo que con sólo verme las uñas, mi futuro empleador podría darse cuenta de lo nerviosa que soy. Mi teoría es que claro, quizás me muerdo las uñas cuando estoy viendo fútbol o cuando estoy muy nerviosa, pero la lata es que también lo hago cuando voy muy relajada en la micro o incluso cuando tengo la mente en blanco.
Tengo amigos (y algunos pololos también lo intentaron) que incluso les ha dado por pegarme en las manos cada vez que me ven con los dedos en la boca. Una amiga, por su parte, sigue probando pintarme las uñas para que me las deje de morder. Conozco una niña que dejó de morderse las uñas, ahora las tiene hermosas, pero se muerde la boca por dentro. O sea, cambió una obsesión por otra.
La mayor parte del tiempo no soy consciente de que me estoy mordiendo las uñas. Sé que pueden darme infecciones y que es un poco patológica la autoagresión, eso es lo que más me preocupa. Lo único que quiero es poder pintarme las uñas como todas mis amigas, y dejar de tener estos feos dedos… ¿Qué hacer?