Si no me equivoco, todas hemos tenido la posibilidad de tener una amiga partner. Esa que no te deja ni para ir al baño. Nunca. Esa con la que hablamos todos los días, con la que nos contamos cada detalle de la vida y, por supuesto, podríamos decirnos mucho más aún.
El punto es que cuando van pasando los años y nuestro círculo de amigos comienza a emparejarse (y nosotras no, claro), comenzamos a hacer todo lo que haríamos teniendo un pololo con esta súper amiga. Nos vamos de fiesta, salimos al cine, nos tomamos un traguito, vamos al cumpleaños de, etc., todo juntas.
Y es fijo que no falta el desubicado (del sexo opuesto preferentemente) que se le ocurre pensar que pertenecemos al "otro equipo" porque no estamos con mino y compartimos todos esos detalles "de pareja" con una partner. Qué decir de la abuelita, o la tía de más de 60, típico que salen con la pregunta "y usté mijita, ¿por qué no tiene pololo?" Pucha, la verdad es que las vueltas de la vida, el destino, el karma, o lo que sea nos permite tener diferentes tiempos a todos, y eso mismo va perfilando el tipo de relaciones que tenemos. A algunas les toca pololear antes que a otras y experimentar la vida en pareja de manera distinta, pero hay otras que dejan las relaciones estables para más adelante logrando consolidar amistades eternas, de esas que vale la pena conservar.
El problema aparece cuando una de las dos amigas se empareja... ¿cómo lo hacemos para que el cambio no sea tan brusco? Lo cierto es que todos los extremos son malos, así que lo mejor es siempre equilibrar los tiempos y la dedicación.
Simplemente son diferentes etapas de la vida que conllevan enfoques distintos. El cariño se mantiene intacto, porque estas amigas-pololo son y serán las más infalibles, compañeras y partner que podamos tener.