Siempre he sido super trapera. Amo la ropa, las carteras y los zapatos, y sobre todo combinarlos e ir armando diferentes conjuntos, tanto así que me pongo feliz cuando alguien me dice que le gusta cómo me veo, o lo que llevo puesto. De verdad que me encanta.
Pero hay veces en las que por cansancio, comodidad, o simplemente por maña, lo único que quiero es dejar de pensar en el “qué me pongo”, y sólo andar en mi buzo favorito.
Y no refiero a andar con ropa deportiva para salir de paseo, o para preparar una super rutina de ejercicios, sino sólo a andar en buzo, porque sí. ¿Qué más rico que ponerte tu buzo de siempre para un día de regaloneo y películas en casa? Para mí, el buzo no tiene comparación ni competencia, y es por lejos la prenda más cómoda del universo, independientemente si es sentador o no; eso, aquí, es secundario.
Porque a diferencia de lo que piensan muchas detractoras de andar en buzo –quienes lo encuentran un sinónimo de flojera o despreocupación por una misma, o que sólo está reservado para los verdaderos deportistas- para mí andar en buzo porque sí es sólo una representación de lo que toda mujer tiene derecho a ser; estar cómoda y relajada es también darnos un tiempo para nosotras mismas, tener una pausa de la moda, del maquillaje, los tacos y el push-up, sin que te importe el qué dirán. Todas nos merecemos ese momento de vez en cuando, y yo no voy a renunciar a él.
Y si bien no busco andar en buzo todos los días –porque de verdad amo demasiado mi clóset y todos los accesorios que contiene-, sí me permito al menos un día al mes para mi tenida alternativa favorita; un día para relajarme, para andar con lentitud, levantarme tarde y hacer lo que más me gusta, que es estar cómoda conmigo misma.