El otro día una amiga me estaba contando cómo su papá no la deja ser adulta. Ella vive con su pololo, son independientes económicamente, y hasta tienen fecha de matrimonio, pero su papá insiste en preguntarle siempre cuánta plata necesita, y eso a ella le enerva.
Y me puse a pensar a que no importa la edad que tengas, no importa si ya estás casada con 3 cabros chicos y vivas lejos de tu familia, pero si eres la menor de tus hermanos, siempre serás la hijita de papá. Al menos eso le pasa a mi amiga y a mí.
Mi papá tampoco puede dejar de verme como una niña chica y es bien divertido ya que viví mucho tiempo en otra ciudad, y hasta en otro país, pero él siempre me dice como medio en broma: “yo te di la vida así que eres mía”, y cada vez que me dice esto me da entre risa y claustrofobia (pero en buena).
Yo soy la menor de tres hermanos y por eso siento que me llevé la mejor parte de todo. Bueno con respecto a la ropa no, porque siempre terminaba heredándola aunque no me gustara. Pero cuando tenía que pedir permiso mis papás ya no eran tan estrictos, y junto con mis hermanos siempre me aconsejaban y guiaban en las decisiones importantes de la vida.
A esto yo le llamo el síndrome de la hija chica, porque no importa que ya seas adulta y tengas tu propia vida, siempre serás la hija menor para tus padres y hermanos, y te querrán cuidar más de la cuenta.
Mi amiga ve esto como algo negativo, que no la deja ser adulta y llevar las riendas de su propia vida. Por el contrario, yo lo veo como algo bueno, como un plus que uno no pidió y que hay que disfrutar y que con el tiempo se aprenderá a equilibrar con el nuevo núcleo que uno comience a formar.
Creo que una de las cosas más hermosas de la vida es el amor puro. Ya sea amor de pareja, de amigos, de hermanos o ese amor parental tan importante que nos forma para estar preparados para lo que la vida nos depare y tenemos que recibirlo con los brazos abiertos aunque sea como síndrome de la hija chica.
¿A ti te pasa algo parecido?
(foto via marianne )