por Jessi James
He tenido tres suegras, demasiado distintas entre sí, pero en algunos puntos horrorosamente idénticas.
La primera era de lo más kitsch, siútica, bien pituca. Lo primero que hizo el día en que me conoció - antes de saludar - , fue mirarme de pies a cabeza. Me interrogó, bien amorosa, pero queriendo saber todo; para mí era muy importante en aquel entonces caerle en gracia. Su hijo era el menor, el regalón y fue largo el proceso de adaptación con ella, pero finalmente me terminó adorando. Era una hija más, me defendía, me apoyaba, me hacía regalos. Nunca se le quitó lo pituca, pero ya la tenía dominada y era lo que me importaba.
Mi segunda suegra era top: con carácter, chora, aperrá, divertida. ¡Siempre nos llevamos bien!. Jamás me hizo un comentario desagradable o algún mal gesto, nunca se metió en mi relación. ¡Era tan desenvuelta!, un siete, a pesar de que en un comienzo también fue algo analítica (observadora más que todo). Quizás alguna vez me peló, pero de eso no me enteré.
Y - dentro de mis últimas suegras -, la que me faltaba: "la hippie", artista, libre. En realidad no la conocí mayormente, pero tampoco fue necesario: tenía una visión de la vida muy diferente a la mía. Estoy segura de que en temas importantes no hubiésemos llegado jamás a un acuerdo. La verdad es que no fue intrusa, salvo diversos comentarios desubicados, haciendo notar que yo era una polola más, ¡ja!. (un gran momento).
El entorno siempre te pregunta, expectante, cómo fue el momento en que conociste a tu suegra. Y luego, es clásico en el interrogatorio el tema de si le caíste bien. Pero, con los años, he llegado a pensar ¿por qué? La sociedad suele ver el momento como si fuera la postulación a un trabajo: un exigente entrevistador te evalúa y te pone a prueba por si te quedas con el cargo. Y al final ¿qué tanto? ¡Si soy yo la que está eligiendo un compañero! Por tanto, lo que importa al fin y al cabo es lo que yo piense o sienta; como ella me caiga a mí. Y claro, al conocerla se puede tener algún indicio respecto de cómo educaron a nuestro amor. No en vano, muchos dicen que elegimos parejas de acuerdo a un patrón paterno o materno. Entonces quizás te sirva para saber qué es lo que a tu chico le gusta de ti.
En lo personal, creo que lo ideal es tener una relación armoniosa con la suegri, sin conflictos, ya que estos pueden repercutir en la relación. Pero, si en realidad la señora es metiche y desubicada, “no hay caso”. Ahí entonces hay que hablar lo que molesta a nivel de pareja y si es necesario, también con ella. Finalmente, engendró a “tu macho” y hay que tenerle el debido respeto. ¡Pero sin pasarse de la raya!
En definitiva, cuando eres adulta, ya tienes que estar con alguien que tenga independencia absoluta al tomar sus decisiones. No hay que olvidar que la que está eligiendo no es la suegra ¡eres tú!
Ténlo presente, que no te pase lo que a algunas de nuestras amigas.