Si bien es cierto que madre hay una sola, que son sagradas y todo eso, hay que reconocer que muchas veces nuestras progenitoras tienen la capacidad de sacarnos de quicio. Supongo que ya han visto el comercial de Sprite, de la mamá canchera que se pone tu ropa, escucha tus conversaciones con tu pololo y se lanza a la fama convirtiéndose en DJ Mamá. ¡Yo muero de la risa! Pero también me siento identificada con el sufrimiento de la hija protagonista.
No es porque mi madre ande viviendo la vida loca, sino porque si hay algo que me incomoda e irrita de sobremanera, es que se metan en mi vida privada. Por ejemplo, el hecho de que escuche mis conversaciones telefónicas; o que cuando era chica leyera mis diarios de vida.
Claro que no es nada agradable. Sobretodo cuando una ya es más grande, tiene relaciones más serias y tu mamá se convierte en “esa” suegra: la bruja, que opina y se mete en tu relación. Es una situación compleja, ya que una no quisiera ver enfrentados a su mamá y su pareja. Pero cuando ella insiste en meterse, surgen problemas. Especialmente cuando se entera de alguna pelea y de ahí en adelante, se transforma en la defensora de la justicia.
Otro tema es con las pololas de sus hijos. Son la clase de mamás que ven a sus "niños" como los tesoros más preciados del mundo (eso está bien), pero elevado al infinito. Lo cual los transforma en hombres perfectos que ninguna fémina podría merecer. Por lo tanto, es difícil que alguna vez estén satisfechas con la pareja que éstos le presenten.
¡Y para qué hablar de la lista gigante de defectos que les encontrará!
Puede ser que este fenómeno se dé en mamás demasiado aprensivas, que se niegan a renunciar al control que solían tener sobre la vida de sus hijos cuando eran pequeños. Pero sin duda no es una conducta sana, ya que cada uno es dueño de su existencia y las madres deben comprender que podemos equivocarnos y sufrir, pero eso es "parte de".
Foto CC Vía aesedepece