Toda mi vida la pasé en un viejo departamento del casco antiguo de Santiago. ¡Y es simplemente bacán! No es por sacar pica, pero se trata de un espacio amplio (nada menos que 110 mts. cuadrados), confortable, resistente (los sismos inferiores a 5 grados Richter no se perciben) y muy céntrico, tanto así que tiene locomoción directa prácticamente a todas partes.
Por supuesto que tras una porrada de años en dicho palacio, siento fascinación por los edificios antiguos. Considero que en la vieja arquitectura habían detalles más cuidados, terminaciones finas y amplitud para recibir visitas o planificar una familia numerosa. Lamentablemente las construcciones modernas, si bien sumaron en cuanto a comodidades (piscina, gimnasio, amplios jardines, juegos infantiles ¡y hasta lavanderías!), restaron en intimidad: esas salas espaciosas que permitían desenvolverte a tus anchas y abrir las puertas a gran cantidad de invitados sin que estuvieran hacinados.
Hay muchas quienes - como yo - tienen predilección por las construcciones añosas (no cayéndose a pedazos - aclaro -, sino de mediados del siglo XX, en pleno auge del negocio inmobiliario). ¡Pero cuesta encontrar estas maravillas! Se ubican mayoritariamente en algunos sectores de Santiago Centro (Barrio Matta, Parques Forestal y Bustamante) o Providencia (Pedro de Valdivia, Seminario, entre otros). También es posible hallar muchas de estas edificaciones en la comuna de Las Condes. ¿El problema? Son carísimas. Del valor de una de ellas salen en promedio dos casas nuevas (en el condominio “Los Gatitos”, por ponerte un ejemplo).
Si a pesar de ello estos inmuebles te obsesionan, te cuento que hay corredoras de propiedades especialistas en este nicho ¡y por algo será! Son costosas, ¡pero bien que valen! Por lo mismo siempre habrá mercado para ellas. Sus arrendatarios o compradores son esencialmente personas jurídicas, que no tienen problemas en invertir altas cantidades en pos de obtener amplios espacios para desarrollar cómodamente sus actividades. También hay socialités que deliran con estas viviendas o derechamente, gente con sueldos “reguleques” que disfrutan de sus bondades. En mi caso, ninguna de las anteriores: sólo una valiosa herencia familiar.
Y a ti, ¿te gustan las propiedades antiguas?