¡Qué difícil es soltar! Dar a nuestros afectos la libertad para que definan qué experiencias quieren vivir; o que fluyan y actúen en conformidad a su esencia. Permitir que crezcan, se conozcan y encuentren. Quererlos así; estar para apoyarlos, pero dejándolos existir como seres autónomos.
Me pasa con mi hijo. Es lo que más amo en la vida. No quiero ser aprensiva y privarle de tener ciertas experiencias que podrían nutrir su visión de mundo. Sin embargo, me cuesta dejar que vuele. Quisiera estar siempre con él para sujetarlo, acompañarlo y mostrarle el camino. Hago estas reflexiones porque, a sus cortos años, él es un pequeño artista. Canta, y lo hace hermoso (no es porque sea mío). En ese contexto, ha debido presentarse en distintos escenarios, dentro y fuera de Santiago (caso último que provocó mi primer traslado en avión. ¡Toda una aventura!)
El punto es que nuevamente tendrá que viajar, pero esta vez al extranjero. Debo luchar contra las aprensiones de sus abuelas (tarea titánica, créanme), a la vez que contra las mías. Y, como mujer cuya vida ha estado marcada por las letras y la escritura, comprenderán que mi imaginario es amplio y ofrece un abultado catálogo de desastres que me cuesta ignorar. Es duro, agotador, pelear con mis propios demonios y los del resto, para dejarlo crecer. Supongo que a todas las madres nos pasa alguna vez.
El itinerario del viaje comprende un recorrido de seis días por sectores típicamente sudamericanos. Va toda una comitiva - una docena de profesoras - a cargo de estos talentosos chiquitos (ni tan pequeños, más bien “teenagers”). ¡Qué más cuidados! Sin duda una experiencia grandiosa, pero cientos de kilómetros distante. No sé cómo sobreviviré a esas jornadas. Siento como si un témpano me helara la sangre. Supongo que tengo que hacerme fuerte, para enseñarle a serlo también. Independiente, autosuficiente. Preparado para la vida; un hombre ilimitado,conforme a su potencial. ¡Pero por Dios que cuesta! Y si les comparto esta experiencia - aunque no todas ustedes, queridas lectoras, sean mamás - es porque en todo orden de afectos nos es trabajoso “dejar crecer”: ¡imagínense si la pareja quiere hacer un postgrado fuera! Claro, es enriquecedor; sin embargo, ¿qué nos pasa por dentro?. No chicas, no es cosa fácil. Pero es necesario. Es parte de amar.
Y ustedes, ¿también son aprensivas con sus afectos? ¿De qué manera afrontan sus miedos?