Reconozco que las letras son muy importantes en mi vida. Amo escribir y esta pasión trajo a mi propia historia un sinfín de cosas buenas. Contarles cuáles da para largo y quizás en lo sucesivo escriba una columna a ese respecto. Pero hoy, vengo a hablarles de mi locura. Sí, porque confieso que: ¡me altera el mal uso de éstas, mis fieles compañeras de existencia!
Cualquier falta de ortografía en un texto resalta ante mi vista, impidiéndome ver todo lo que la rodea. Aún así, puedo señalar que mi obsesión no llega al punto en que me sea imposible chatear ante su presencia. Digamos que las tolero, aunque no pasan desapercibidas ante mí. Pero lo que en verdad me estresa es el uso indiscriminado de mayúsculas. Cuando las personas comentan algo en altas, me enfermo. No me concentro y no lo controlo. ¡Me carga!
Otra cosa que me crispa los nervios es cuando mi teclado en el PC se desconfigura. Me altera al borde de las lágrimas. Sufro si no me permite acentuar correctamente las palabras o poner los signos de puntuación que corresponda. Y ojo, que los coloco religiosamente en cada una de mis intervenciones escritas, aún cuando sea vía chat o mensaje de texto. ¡Hasta para tomar apuntes, me preocupo de la ortografía! Claro, en ocasiones me significa perder el hilo del dictado, pero ¡no importa!
Para qué decir lo que me pasa cuando descubro a alguna persona con el mismo afán que yo: se gana mi respeto inmediato. Y si a eso le sumamos que redacte bien, ¡simplemente deliro!.
Y esto sí que les parecerá jocoso: me molestan los links en que las palabras figuran mal escritas. Porque como es lógico, los signos de puntuación en las páginas web aparecen distorsionados, o reemplazados por otros, tales como %#*(), al corresponder a códigos. A mí eso me genera conflicto, no puedo evitarlo. ¡Me empelota y casi no me deja vivir!
Sé que no es “normal“, pero ¿alguna de ustedes comparte mi locura?