Hoy quiero hablarles de lo imposible que es tratar de escapar de los exámenes de sangre y de la tortura que significa.
Antes de partir les cuento que tengo problemas de tiroides (hipo) por lo que debo controlarme por lo menos dos veces al año. Así que, como podrán sospechar, ya estoy asumida con el tema de la sangre. Aunque sigue siendo una tortura.
Partamos por lo horroroso que es hacer ayuna.
Típico que siempre el día anterior hay la tremenda comilona familiar en casa y tu no puedes comer tras determinada hora. Al día siguiente hueles el delicioso olor a pan tostado con mantequilla que alguien está comiendo, pero no, tu debes cerrar la boca porque el ayuna aún no termina, más bien recién comienza.
La odisea de subirse al metro en horario punta cuando más encima no has comido nada, es de aquellas. Pero para qué entrar en detalles, ya es suficiente con el sufrimiento de ir pensando en que te clavarán una aguja, en si la enfermera que te toque será vivaracha para pillarte la vena, si te dolerá o no, etc.
El asunto es que, en cualquier caso, ir a sacarse sangre apesta tanto por la previa, por el recorrido y por el mismo examen. Es sin lugar a dudas una pequeña cosa terrible. Muy terrible.
¿Lo único positivo?
Bueno, el tremendo desayuno después del examen.
¿Qué opinan ustedes? ¿No creen que es odioso sacarse sangre?
Foto vía Diavolaki