Si hubo una época en la cual la compra de jeans fue para mí un parto, es aquella en que estuvieron de moda los sobrevalorados pantalones a la cadera. Sí, cuenta la leyenda que eran bonitos, toda vez que marcaban la figura, delineando y resaltando el vientre femenino. Sí, claro. Lo anterior en el supuesto de que fueras Josefina Montané o Megan Fox, porque si no ¡ni hablar!
Estas prendas lucían bellísimas en los esculturales cuerpos de las modelos que nos vendían la pomada con que nos veríamos igual de lindas. Pero nada de eso: para la chilena promedio, esta tendencia fue una verdadera desgracia. Esto, considerando que era un diseño nada sentador si de ocultar aquel poco amigable rollito (con características de neumático) se trataba. Así es, porque las grasitas extras se colaban por encima de la tela y salían a saludar a los curiosos que encontrábamos en el camino. Y eso, querida amiga, era bastante poco glamoroso, ¿o no?
Otra cosa terrible de esta moda era que te obligaba a utilizar el - para muchas - incómodo colaless. Esto, porque cualquier otro tipo de calzón se notaba, lo que visualmente no resultaba mucho más elegante que el referido rollito. Además, no pocas veces fui testigo de que ante cualquier movimiento, la mezcla de esta prenda íntima con pantalones a la cadera revelaba bastante más que lo que desearía la usuaria.
Reconozco que fui una “rebelde de la moda”, ya que durante esa época sólo tuve UN pantalón de ese tipo. ¡Y nada más porque lo compré sin probármelo y no me di cuenta! Lo usé bastante poco - debut y despedida, diría - y, sin ser por entonces talla L ni XL, no me satisfizo para nada el resultado. Por lo mismo, preferí abstenerme de comprar jeans hasta que la tendencia fuera pasando. Hoy, agradezco al cielo poder encontrar - al menos - pitillos, pantalones de tiro alto y el fiel jeans clásico.
Y a ustedes, ¿les gustaba este tipo de pantalón?
Foto CC vía Flickr (Flavio)