Me encantan, en serio ¡me fascinan los calcetines! Cortos, largos, de toalla, de lana, peluditos, deportivos, absolutamente TODOS me gustan.
Es más, me cae mal la gente que dice que los calcetines son “el peor regalo de Navidad”… ¿qué onda?, ¿qué les pasa? No hay nada más ÚTIL. Además de mantener calientito el pie, evitan el roce con los zapatos o zapatillas (y sus pequeñas, pero terriblemente dolorosas heridas) y actualmente traen diseños preciosos. ¡Adiós! a los diseños con animales que parecían monstruos o los fomes azul marino del colegio, hoy podemos encontrar colores maravillosos, estampados lindos y texturas realmente suaves.
Por eso detesto cuando se le hace un hoyo a esta preciada prenda. Sea en la zona de los deditos o en el talón, me da pena cuando un calcetín pide a gritos jubilarse. En tanto yo, me demoro meses en botarlo a la basura pues sigo sintiendo que es lindo y que “podría seguir sirviendo”.
Suena tan pequeñamente terrible esta situación, pero estoy segura que a más de alguna le debe costar botar un par de calcetines regalones agujereados a la basura ¿o no chicas?
Imagen CC carloswes