La intimidad es algo sumamente importante en todas las parejas. Ayuda a que la confianza aumente y de cierta forma, seamos cómplices. Por eso, cuando algo falla en el ámbito sexual, también lo hacen muchas otras cosas, desde la comunicación hasta la rutina.
Lo peor de todo, es que siempre es uno el que rechaza al otro y esta vez, me tocó a mí.
Nosotros teníamos una vida sexual muy activa: todos los días nos reservábamos momentos de pasión, aunque fuese poco rato. Pero llegó el día en que fui rechazada. Él me dijo que estaba cansado y yo no le di mayor importancia.
La noche siguiente fue la excusa del trabajo: "es que hoy tuve mucho que hacer y estoy cansado". Y así, con el paso del tiempo, cualquier motivo era válido como para evitarme y que no hiciéramos el amor. Me sentía profundamente rechazada.
Fue ahí que me cuestioné si acaso era yo la que estaba fallando; si mi cuerpo ya no le atraía o si acaso -por fuerte que pareciera- ya no lo excitaba.
Para una mujer eso es algo devastador, que nos baja la autoestima a niveles catastróficos y nos deja con un daño psicológico importante.
Pero bueno, ¿qué hacemos ante esto? En mi caso, lo primero fue intentar una y mil veces conversar con mi pareja. Necesitaba que me dijera cuál era el problema y por qué ya no quería hacer el amor conmigo. Él no me decía nada, sólo se excusaba en razones laborales o de salud, mientras que yo estaba cada vez peor.
Pasaron meses así: mi vida sexual estaba estancada y yo cada vez más herida como mujer. Así, un día él decidió hablar y me dijo que la falta de intimidad no se debía a mí, sino a él: era eyaculador precoz, problema por el que ya estaba en tratamiento. Por vergüenza, nunca me dijo nada.
Hoy el tema ya está resuelto y nuevamente estamos muy bien. Por lo mismo, si estás viviendo un caso similar, no pierdas la esperanza ni tampoco pienses lo peor de inmediato.
Imagen CC Xisco