Cuando comienzas una relación, todo va de maravilla. El mundo te parece más bello, los pájaros trinan sublimes melodías y absolutamente nada te falta si el ser amado te acompaña. Te abandonas a gozar la vida, ya que no podría ser más perfecta que al calor de su abrazo.
Sin embargo, debes tener en cuenta de que eso es sólo el comienzo de un - esperamos - ¡largo camino!, en el cual habrá altos y bajos, momentos de gloria y otros más amargos. No todo el recorrido tendrá flores y colores; habrán tramos de terreno pedregoso y escarpado, sectores más difíciles de transitar, en los cuales será importante la voluntad de continuar. Es preciso tener presente que aunque el ritmo de nuestros pasos sea distinto, si nos apoyamos e impulsamos mutuamente disfrutaremos tanto de los sectores paradisíacos como de la aventura que implicará el cruzar juntos las pendientes.
Personalmente, creo que eso es lo más bonito del amor. Cómo, al momento de hacer un alto en el recorrido, podemos mirar hacia atrás y recordar bellísimos amaneceres. O los descubrimientos que en conjunto realizamos y nos maravillaron como niños. Pero, tanto o más hermoso que evocar esos mágicos instantes, es memorar aquella vez en que estuviste cansada y en el amor que viste en sus ojos hallaste la fuerza para levantarte, sin darte por vencida. O cuando él estaba agobiado por la fatiga y por ti se dio el impulso para continuar. Aquellas veces en que juntos superaron lo adverso, son las que finalmente te dan cuenta del tesoro que junto a “esa persona especial” estás cultivando. ¡Y das gracias a la vida por ponerla en tu camino!.
Lograr eso no es fácil. Vivimos en tiempos que nos impulsan a lo instantáneo. A las relaciones funcionales y desechables, que si no cumplen con lo que esperas se descartan. Pretendemos alcanzar metas fácil y rápido, dentro de los plazos que la sociedad ha establecido.Y con ello, no reparamos en lo esencial: el camino y quién lo recorre junto a nosotros. Tampoco falta el que espera que su “travelmate” lo cargue, provea los insumos del recorrido y sea una especie de lazarillo, sin tener en cuenta que el trabajo es en equipo. No son pocos los que optan por bajar los brazos y buscar “atajos”. Pero la ganancia para quien se mantiene será infinita: la posibilidad de contar con una historia en común, donde tanto las risas como las lágrimas serán compartidas. Y la experiencia te hará descubrir cada día una nueva razón para amar a la fantástica persona que te acompaña: un sentimiento sin adornos, que conoce la mejor y la peor cara, pero que permanece tan sólido como grande y sincero.
Y tú, ¿te atreves a embarcarte en esta aventura?
Imagen CC Juanjo Ripollés